Yo nací en Zaragoza; una ciudad que en estos momentos debe rondar los 810.000 habitantes. Los zaragozanos tenemos fama de gente pacífica y honrada; pero no ceso de preguntarme hoy cómo se comportarían mis paisanos si llevaran un año de “camping forzoso”, soportando el cierzo, la niebla y los cuarenta grados del largo verano del valle del Ebro viviendo bajo una lona, sin trabajo, haciendo sus necesidades en una letrina y escuchando a sus representantes políticos decir que tendrán que pasar varios años antes de que puedan aspirar a volver a tener una casa.
¿Realmente seguiríamos siendo gente pacífica y honrada?
¿Podemos decir que es violento un país en el que, a pesar de todo, las madres siguen despertando a sus niños temprano, lavándoles, vistiéndoles y peinándoles para que vayan a la escuela?
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