Este domingo tuvo lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití. El solo hecho ya es, de por sí, un acontecimiento histórico, pues nunca, en la historia de este país, se había llegado tan lejos en un proceso electoral. La “tradición” había sido hasta ahora que la segunda vuelta exigida por la constitución no celebrara, por algún tipo de incidente o “componenda política”. Si a esto se le suma que la jornada se celebró casi sin incidentes, el asunto comienza a tomar visos de excepcionalidad.
Y es que Haití todavía nos puede deparar sorpresas a los que vivimos aquí. De hecho, hoy me ha sorprendido que, tras hacer la compra en el “supermercado” habitual, me han entregado un papelito impreso con la cuenta detallada. Un documento como ese, al que en España no daríamos ni la menor importancia, ha supuesto para mi casi un antes y un después en mis relaciones comerciales en este país. Por primera vez puedo repasar la cuenta y comprobar qué me han cobrado, en incluso si las cantidades coinciden en los pocos artículos que tienen el precio marcado.
Tampoco es que piense que nos encontremos, todavía, ante “un acontecimiento histórico a escala planetaria”… Seguramente, gane quien gane las elecciones presidenciales en Haití, pocas cosas cambiarán en el corto plazo para la mayor parte de los haitianos y las haitianas. Y el hecho de que la señora del “super” me saque la cuenta impresa no cambiará la paradoja de que este país tiene sueldos del tercer mundo y precios europeos. Pero, tal vez, las cosas sí puedan empezar a cambiar, aunque sea lentamente.
La dueña del hotel donde resido, tiene un “protegido”, un adolescente del medio rural que ha venido a estudiar la secundaria a la ciudad y a quien ella mantiene. Hoy contaba que el muchacho no sabía hablar francés cuando llegó a Jacmel, solo creole, pero que ella le pagó tres meses de clases en la Alliance Française. Ahora ya lo habla muy bien, (seguramente mejor que yo), y, sobre todo, tiene mucho interés en mejorar, de manera que, cuando está con ella, le pide por favor que sólo le hable en francés.
Hoy he coincidido en la calle con la hora de la salida de los colegios y los institutos. Me he cruzado de frente con cientos de niños y niñas, contentos, sonrientes. A veces pienso que las palabras “sueños”, “esperanzas” o “ilusiones”, con incompatibles con la palabra “Haití”, pero hoy me dado cuenta de que, seguramente, todavía hay muchas cosas en esta isla que no soy capaz de ver. Algo que sí veían, sin duda, los ojos de esos escolares.
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