
En muchas ocasiones, además, los
poderes terrenales se han aliado con los poderes espirituales para controlar a
los hombres y a las mujeres a través del miedo a los dioses, que podrían
infligirnos toda una serie de penalidades en esta o en otras vidas.
Muy utilizado ha sido también el
miedo a lo distinto, a lo diferente, al extranjero. Así, en nuestra historia,
nuestros gobernantes nos han enseñado sucesivamente a temer a los bárbaros, a
los moros, a los protestantes, a los revolucionarios, a los masones, a los
comunistas o a los terroristas.
Pero, con ser diferentes, todos
estos miedos que nos han sido inculcados para mantenernos “en orden”, no dejan de basarse en lo mismo, en que alguien vendrá,
de manera inesperada y sorpresiva y nos harán daño, mucho daño, a nosotros o a
nuestros seres queridos. Para impedirlo, para protegernos de todo mal, tenemos
que obedecer al gobernante.
Sin embargo, parece que,
progresivamente, nos hemos ido haciendo más descreídos, (o más inteligentes…) y
cada vez tenemos menos miedo al enemigo exterior, por lo que, a mi modo de ver,
nuestros gobernantes están tratando de controlarnos con un nuevo tipo de miedo;
una especie de “enemigo interior”.
No está muy bien definido; ni
siquiera tiene un nombre preciso. A veces se le da en llamar “los
mercados” o “la economía”. Pero, en todo caso, parece ser tan terrible como
cualquiera de los antiguos dioses y tan sanguinario como cualquiera de nuestros
enemigos históricos anteriores, ya que no solo pueden acabar con nuestro
presente, sino también con nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Si no hacemos caso de todo lo que
nos digan nuestros gobernantes, estos nuevos enemigos acabarán con nuestra vida
tal y como la conocemos hasta ahora…
Bueno, tal vez no acabarán con
nuestras vidas, sino con nuestro “estilo
de vida”. Y, en mi opinión, ahí está el quid de la cuestión. ¿Queremos
conservar más nuestro “estilo de vida”
que nuestras Vidas y las de nuestros hijos? ¿Dejaremos de luchar por lo que
creemos que es justo para esta generación y las siguientes porque tenemos que
seguir pagando la hipoteca o porque no queremos renunciar a cambiar de coche
cada cuatro años? ¿Son estos los nuevos miedos que nos gobiernan?
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