Tras varios años de larga y añorada ausencia, Manolito Gafotas ha vuelto.
Elvira Lindo nos vuelve a deleitar con la peculiar visión del mundo de este personaje, que está dejando ya de ser un niño para ser un adolescente en estos tiempos tan difíciles.
Creo que siempre me he identificado con Manolito Gafotas. Queramos o no reconocerlo, todos los adultos seguimos teniendo en nuestro interior al niño que fuimos. Y yo, como Manolito, fui un niño gordito y gafotas. No vivía en Carabanchel (Alto), pero sí en un barrio con tanta o más "solera", como es el Arrabal de Zaragoza.
No tuve a la "sita" Asunción como profesora, pero recuerdo a todo un reparto de maestros y maestras que, a menudo, también se desesperaban conmigo y me consideraban, literalmente, "irrecuperable para vivir en sociedad"...
Mi padre no fue camionero, pero pasaba muchas horas fuera de casa, debido a los dos e incluso tres pluriempleos que llegó a tener. Mi madre no repartía collejas, pero sí que disponía de algunos medios similares para mantenernos a raya a mi hermana y a mi. A mi hermana creo que nunca llegué a llamarla la "Imbécil", como hace Manolito con su hermano, pero con ella también tuve unas "relaciones conflictivas" en mi infancia.
Finalmente, en mi barrio, el parque del Ahorcado era el parque del Tío Jorge, y los chulitos de la clase no se llamaban Yihad, pero igualmente existían, y te retaban a dirimir las diferencias "a la salida en la plaza de la Mesa".
En resumen, tengo que reconocer que yo todavía tengo un Manolito dentro.
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