jueves, 29 de julio de 2010

Entrevistas

En este último mes he sido convocado a dos entrevistas de trabajo.
Se trataba de procesos de selección para puestos con requerimientos y responsabilidades muy similares.
En ambos casos se trata de empresas con proyección internacional.
Todo muy parecido, ¡pero tan distinto!

En el primero de los casos fui tratado desde el principio con gran distanciamiento y con cierta prepotencia. En un momento dado de la entrevista, pese a haber sido ellos quienes me convocaron, y haberme tenido que desplazar a otra ciudad, la persona al cargo me dijo: "Pues no sé para qué has venido aquí... No veo que tú perfil encaje para nada con lo que nuestra empresa está buscando." Pese a ello, tras unos breves minutos de conversación, me dejaron solo y me hicieron cumplimentar un test psicotécnico de 300 preguntas...
Finalmente, me dijeron, como es habitual: "Ya te llamaremos y te diremos algo."
Pasaron dos semanas y, al no tener noticias, llamé yo a la persona que me entrevistó. Tras varios intentos sin conseguir hablar con ella, la telefonista me dijo que "se les había olvidado", que tenía el encargo de decirme "que no había habido suerte". Al manifestarle mi extrañeza por utilizar el concepto "suerte" como resultado de una entrevista de trabajo, me respondió, secamente, que esas eran las instrucciones que había recibido.

Hoy acabo de regresar de otra entrevista de trabajo. En esta empresa, desde el primer momento, la persona con la que he tratado por teléfono se ha mostrado siempre amable y simpática, y me ha enviado indicaciones completas y precisas para encontrar el lugar.
He sido recibido, sin mayores protocolos, por el máximo responsable de la empresa, una persona con un amplio historial profesional y académico. La entrevista ha tenido lugar, en todo momento en un ambiente cordial, abierto y distendido. Se han valorado, claramente los puntos fuertes y los puntos débiles de mi candidatura, pero poniendo de relieve, amablemente, que si no se me considerara "alguien interesante y valioso" no habría sido convocado ni se me habría hecho desplazarme a otra ciudad.
Aún no sé si seré seleccionado para trabajar en esta última empresa, pero, desde luego, ha sido un agradable placer conocer a su director, quien ha compartido conmigo su filosofía de trabajo. Una filosofía basada, en mi opinión, no solo en palabras, sino también en actitudes. Actitudes de respeto y consideración hacia los demás.
Algo que, por desgracia parece no ser demasiado habitual en el mundo empresarial. Pareciera que algunas empresas, como la primera a la que me he referido, se consideran a sí mismas tanto más importantes cuanto con más prepotencia tratan a su "subordinados".
Afortunadamente, también hay personas que comparten conmigo la idea de que siempre podemos aprender algo los unos de los otros.

Seguiremos informando.