martes, 22 de noviembre de 2011

Terrorismo económico


Hace ocho años, justo unos días antes de unas elecciones generales, España sufrió el ataque terrorista más cruel de su historia, con el resultado trágico de casi dos centenares de muertos. Tras esos tensos y dolorosos días, los españoles tuvimos que ir a votar y decidimos quiénes serían nuestros gobernantes durante los siguientes cuatro años. Fueron unas elecciones legítimas, pese a que ciertos grupos políticos y mediáticos pusieron entonces en duda la validez del resultado, y han seguido haciéndolo incluso durante todos los años que han transcurrido desde entonces.
Hace unos días, los españoles fuimos convocados de nuevo a participar en unas elecciones generales. Y, nuevamente, la campaña electoral ha estado marcada por actos terroristas. Terrorismo económico, también llamado avaricia, especulación, latrocinio o “presiones de los mercados”. En esta ocasión, los terroristas, seguramente, tampoco estaban “en lejanas montañas”, sino más bien en “despachos cercanos”. Es lo que tiene el terrorismo económico, que para organizarlo y ejecutarlo no hay que esconderse en cuevas, sino que sus artífices pueden pasar su jornada laboral sentados en cómodos sillones de cuero y disfrutando de aire acondicionado. Sin embargo, su objetivo no deja de ser, como el de otros grupos terroristas, doblegar a los gobiernos y ocasionar sufrimiento a ciudadanos inocentes.
La principal diferencia entre estos dos ataques terroristas a la democracia española es que me temo que nadie va a investigar ni llevar a juicio a los responsables de este último atentado. Es más, son muy pocos los ciudadanos, y creo que ningún partido político, los que lo están reclamando.
No creo que debamos dudar de la legitimidad de los resultados de las últimas elecciones. Se han realizado de acuerdo con las reglas de juego que nosotros mismos nos hemos impuesto. Pero sí creo que es el momento de plantearnos comenzar a cambiar esas reglas. Pero eso es algo que, en mi opinión solo será posible si, como se hizo hace ocho años,  se investigan los últimos ataques de terrorismo económico que hemos sufrido, se desenmascara a los culpables, (a todos los culpables, estén donde estén) y éstos son llevados ante los tribunales y juzgados.
Por el bien de nuestra democracia.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Reiniciando mi Vida.


De nuevo en casa. Atrás ha quedado el Caribe. Atrás, pero no olvidado. Sé que va ha sido una etapa importante de mi Vida. Siento que he aprendido algunas cosas. Cosas importantes. Incluso si ahora mismo no soy totalmente consciente de cuáles. No soy capaz de expresarlas con palabras. Pero estoy seguro de que se ha marcado un antes y un después.
No he sentido pena de irme de Haití. Como le decía a una compañera “no he sucumbido al encanto” de la isla, de la “la Perla del Caribe”. Pero, desde luego, no me ha dejado indiferente. Salí de ahí, tranquilo, convencido, decidido a hacerlo. Con una pequeña mochila de recuerdos, pero con un gran equipaje de proyectos.
El último atardecer lo pasé en la Playa de La Saline. En el rincón que otra compañera me invitó a descubrir el primer fin de semana que pasé en Jacmel. Allí donde me aconsejó que fuera siempre que lo necesitara; a ver el mar; a buscar respuestas o a encontrar nuevas preguntas.
Ahora me toca empezar otra vez. REINICIAR. Está claro que muchas cosas no pueden ni deben seguir igual. En mí, en mi familia. En mi entorno cercano. En nuestro país. En nuestro mundo.
No tengo nada claro como hacerlo, pero siento que tengo el ánimo y las fuerzas de hacerlo. Y quiero aprovecharlas.

martes, 15 de noviembre de 2011

Realidad o ficción




Siempre se ha dicho que la realidad supera a la ficción. También se suele afirmar, con un punto de cinismo, que una de las principales normas del periodismo es, o de debería ser, "nunca dejes que la realidad te estropee una bonita historia".

El 11/11/11 el mundo no se acabó como afirmaban algunos. Al contrario, ese mismo días, o mejor dicho, esa misma noche, "La 2 Noticias", considerado por muchos el mejor programa informativo de España, nos anunció, en primicia, que un mundo nuevo estaba naciendo, que esta vez sí, otro mundo era posible, y ahora era el momento.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-2-noticias/2-noticias-11-11-11/1247384/

Vivimos días en que nuestros gobernantes afirman que nos cuentan, ahora sí, la verdad. En los que nos exigen que nos enfrentemos a la realidad, que dejemos de vivir en un sueño.

Lo único que yo quisiera es que nos dejaran a cada uno vivir nuestros propios sueños. Eso y un espacio, una ventanita, para compartirlos con los demás.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Zombis en el purgatorio


Este sábado fui conduciendo solo por primera vez de Jacmel a Puerto Príncipe.
En todo el tiempo que he estado aquí solo he ido a Puerto Príncipe por obligación. Hay quien dice que esa ciudad es el infierno. Yo no estoy de acuerdo.
No creo que pueda ser el infierno una ciudad donde viven cientos de miles de niños. Niños que van a la escuela con sus uniformes limpios y planchados y una sonrisa en los labios. Y donde viven otros miles de niños que no pueden ir a la escuela porque no tienen quién les pague ni les lave y les planche el uniforme, pero, con la misma sonrisa, tratan de ganarse el pan de cada día limpiando coches, por ejemplo.
Pero, sí que es cierto que, Puerto Príncipe es una especie de purgatorio. Un lugar donde millones de almas parecen expiar sus pecados. Pecados que tal vez ellos no han cometido. Pecados tal vez de otros. Tal vez, incluso nuestros propios pecados. Aunque esos pecados no sean los que nos enseñó la Santa Madre Iglesia; sino otros, pero tal vez igual de capitales como el Olvido, el Desinterés o la Apatía.
En cualquier caso, esta vez me dirigía a Puerto Príncipe por placer. Recorrí las procelosas curvas de la montaña de Jacmel al amanecer escuchando algunas de mis canciones favoritas. Puedo asegurar que escuchar “Zombie” de The Cranberries en esas circunstancias, adquiere un sentido especial.
El sábado acudí a Puerto Príncipe por primera vez por placer porque iba a buscar al aeropuerto a mi “sorpresa inesperada de última hora”: a mi hija, que viene a pasar conmigo mis últimos días en Jacmel.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Última luna llena en Jacmel


Esta noche hay luna llena. Y esta será mi última luna llena en Jacmel.
La próxima semana regresaré a España. Habrán sido, si llevo bien la cuenta, 14 lunas llenas en Jacmel.
Llenas de ilusiones y de desilusiones. De recuerdos agradables y de momentos desagradables. De encuentros inolvidables y de reuniones a olvidar. De noches de fiesta y tardes de hospital. De paseos por la playa y días interminables en la oficina.
En resumen, 14 lunas llenas de Vida.
Dejo un país por reconstruir todavía, para regresar a un país por reiniciar. No sé lo que haré a partir de ahora. No tengo la menor idea. Pero sé que lo quiero hacer junto a las personas que quiero. Esas personas que nunca me han dejado de acompañar durante estas 14 lunas llenas, a pesar de que un océano y muchos kilómetros nos separaran.
En Haití creo que ha aprendido algunas cosas. Aunque, tal vez, aún no sea consciente de la mayoría de ellas. Espero poder compartirlas allá donde vaya.
No estoy seguro de haber enseñado algo. Me conformo con no dejar tras de mí un mal recuerdo.
Para la última semana que me queda en Jacmel, el destino me ha deparado una sorpresa de última hora. Un reencuentro inesperado. Tal vez una asignatura pendiente. Un asunto íntimo y personal por solucionar.
Espero que este “Reino de este mundo”, esta “Isla bajo el mar”, este país que basa su cultura en el culto a los antepasados, sea un buen lugar para comenzar a soñar juntos un nuevo futuro.

martes, 1 de noviembre de 2011

De nuevo en Puerto Príncipe.


El lunes 31 había que volver a Inmigración a recoger nuestros permisos de residencia. Aprovecharemos el viaje para hacer otras gestiones en la capital.
No todo el mundo se “haitianiza” en Jacmel. La compañera que viene a buscarme, con la que había quedado a las 4.15 de la mañana, me manda un SMS a las 4.12 para anunciarme que ya me está esperando en la puerta.
Tras recoger al resto de la expedición emprendemos la carretera de Jacmel a Puerto Príncipe. El primer tramo, de carretera de montaña y aún nocturno, transcurren con calma y normalidad. Tanto que en los asientos traseros, el personal duerme ruidosamente.
Al comenzar a acercarnos a la capital el tráfico se hace más denso, hasta volverse decididamente espeso al entrar en Puerto Príncipe. No son ni las 7 de la mañana pero la ciudad bulle: tap tap, camiones, mercados, atascos…
Tras una primera parada en el aeropuerto para dejar a una de nuestras cada vez más habituales “visitas técnicas”, nos dirigimos a Inmigración a recoger nuestro permisos de residencia. Entretenemos la espera observando que el funcionario de turno, además de su rutilante uniforme de “Vacaciones en el mar” lleva cuidadosamente hecha la manicura, con uñas barnizadas incluidas.
Seguimos hasta Petion-ville, el “barrio bien”. Hay que ir de bancos, pero como yo no pinto nada en ese negociado, decido “no hacer bulto” y quedarme esperando en la puerta. A la sombra hace una temperatura estupenda, me siento en las escaleras del banco, cojo postura y me dispongo a recuperar parte del sueño perdido. Me despiertan mis compañeras cuando salen un rato después. Una de ellas me comenta que en esa misma circunstancia en España me habría echado unas monedillas. Pero aquí a nadie se le ocurriría dar limosna a un blanco.
En una de las avenidas vemos cómo dos policías de uniforme están parando a todos los coches. Al llegar a nuestro lado le preguntamos qué ocurre. Nos dice que algo muy importante: “Jesús va a venir, a traernos la Vida Eterna”. Mucho más reconfortados, seguimos nuestro camino.
Tras varias gestiones más, (que incluyen una visita a la oficina técnica de la cooperación española para recoger unos documentos y utilizar sus baños…), emprendemos el camino de regreso. El atasco en el centro de la ciudad comienza a adquirir características de “colosal”. Para pasar el rato decidimos hacer fotos de los tap tap y analizar sus mensajes: “La vida no se acaba”, “Voluntad de Dios”, “Sólo Dios es Todopoderoso”, “Los verdaderos amigos son raros”. Suelen ser bastante repetitivos, aunque algunos, desde luego son solo para iniciados: “Filipenses 3, V, 28” o “Juan 5, 22”
Por fin, logramos salir de Puerto Príncipe y alcanzar la carretera de Jacmel. Esta vez el tramo de carretera de montaña nos lo “amenizan” dos camiones de cascos azules ceilandeses que ascienden los puertos penosamente delante de nosotros y se esperan en las cumbres el uno al otro, suponemos que “por motivos de seguridad”.
A eso de las 5 de la tarde, por fin, estamos otra vez en Jacmel.

Navegación a La Brasilienne


Quedamos a las 6.45. A esa hora solo estoy yo. Los demás llegan a las 7.30. Está claro que esto de los horarios, los blancos se “haitianizan” rápidamente. En un rápido recuento de las provisiones disponibles comprobamos que solo otra pareja y yo hemos caído en traer agua. Se decide enviar una expedición para ir a comprarla. Vuelven media hora más tarde con una docena de botellas de agua y tres docenas de cervezas.
A las 8.15 emprendemos por fin la navegación. Casi hora y media costeando en dirección oeste para llegar a la playa de la Brasilienne. El lugar no es nada del otro mundo y está lleno de pescadores locales y niños jugando. Decidimos emprender otra expedición para buscar un lugar más discreto; pero esta vez tenemos que caminar cargados con la nevera de las cervezas.
Finalmente encontramos un lugar más o menos aceptable, incluso con un pequeño toldo hecho con hojas de palmera para protegernos del ardiente sol. Son poco más de las diez de la mañana, pero comenzamos a emprenderla con los bocadillos y las cervezas.
Pasamos una jornada de pereza total, con tímidas excursiones al agua, atravesando la arena que quema con furia volcánica. Comienzan a aparecer algunos niños que sonríen, entre curiosos y estupefactos ante la imagen de un grupo de blancos tumbados a la sombra y acumulando, cuidadosamente, a un ladito, botellas vacías de cerveza.
Al inicio de la tarde nos rodea un grupo formado por la mayor parte de la población de la zona entre 5 y 75 años. Conversamos en una mezcla de francés, inglés, español y creole, digna de la torre de Babel. Sin duda nuestra locuacidad y don de lenguas se incrementa de manera inversamente proporcional a la cantidad que queda de cerveza.
Sobre las 15 horas decidimos abandonar La Brasilienne. Nuestro embarque no resulta demasiado airoso. La mar ya comienza a estar movida y subimos a la barca casi totalmente empapados. Para quitarnos el susto, decidimos acabar con las cervezas.
El capitán de la embarcación decide hacer la ruta de regreso casi pegado a los acantilados. Pasamos algunos momentos de tensión cuando decide demostrarnos que es capaz de hacer pasar la barca entre un peñasco de diez metros de alto y un arrecife que asoma ligeramente dos metros a la derecha. Una enseñanza del día: con el patrón del barco que ha de traerte de regreso con mar picada, no es conveniente compartir las cervezas.