sábado, 27 de marzo de 2010

El verdadero sentido del negocio

Seguramente nadie compraría botellas de plástico vacías. Pero, si nos las venden con agua dentro, nos las llevamos por docenas. Muchas veces he pensado que, a la fuerza, tiene que valer más la botella en sí que el agua que lleva dentro. Entonces, ¿dónde está el negocio?, ¿en vender agua o en vender las botellas?
Hace unos días leía una reflexión a propósito de la televisión. ¿Por qué cada vez nos parece más sosa y aburrida? Tal vez porque, para los propietarios de las cadenas privadas, el negocio no está en entretenernos. Cada vez más, los programas no son sino excusas, rellenos que hay que colocar entre los distintos bloques de publicidad. Pues es de eso, de los ingresos por publicidad, y no de nuestro entretenimiento, de lo que vive un canal de televisión.
Y ya hace unos años, el presidente de uno de los equipos de fútbol más famoso de España afirmaba que para ellos, el negocio no estaba, ni mucho menos, en llenar los campos de espectadores, sino en la venta de camisetas y en otros ingresos publicitarios. Lo de jugar un partido cada domingo no era sino una mera costumbre; algo que era necesario seguir haciendo, todavía, para mantener la imagen de marca. Así, los miles de espectadores que acuden al campo y pagan su entrada, no hacen sino colaborar a que el espectáculo quede más bonito. ¿A que quedaría feo retransmitir los partidos por televisión con el estadio vacío? Pues en este caso, los figurantes, en lugar de cobrar, pagan.
Parece que la base del éxito empresarial consiste, cada vez más, en ver más allá, en ser capaz de comprender cuál es el verdadero sentido del negocio.

Pero, ¿cuál es la base del éxito político? ¿Cuál es el verdadero sentido de hacer política? El objetivo de los partidos debería ser conseguir el mejor gobierno y el mayor grado de bienestar de los ciudadanos. Pero, a veces me pregunto si toda esta maquinaria electoral, todo este mundo del espectáculo de mítines, debates encendidos y discursos supuestamente ideológicos, no será sino mero entretenimiento. Quizá el verdadero sentido de ese "negocio" sea otro. Algo que los espectadores no llegamos a ver, pero empezamos a sospechar.
¿Nos están vendiendo agua o botellas vacías?

sábado, 20 de marzo de 2010

Garantías

Las navidades pasadas le regalé una cámara fotográfica digital a mi hija. Era un regalo especial, por lo que traté de no buscar un modelo cualquiera, sino un modelo de un cierto nivel. Elegí finalmente una marca alemana. A los tres meses, la cámara se estropeó. La garantía se hizo cargo de la reparación, pero hubo que enviar el aparato a Alemania y durante varias semanas mi hija no pudo utilizar su cámara fotográfica, que tanta ilusión le hacía. El problema no terminó ahí, pues la avería se ha repetido dos veces más. En todas las ocasiones, la garantía del fabricante se ha hecho cargo de la reparación, pero creo poder asegurar que a mi hija ya no le hace tanta gracia el regalo que le hice con la mejor intención.

Hace unos dos años compramos un coche. El fabricante, uno de los "inventores" del automóvil, nos ofrecía tres años de garantía, lo cual nos pareció estupendo. En los últimos tres meses, el vehículo ha estado tres veces en el taller. Siempre con la misma avería. En todas las ocasiones la garantía del fabricante se ha hecho cargo de la reparación. No hemos tenido que pagar nada y, durante algunos días nos han ofrecido un vehículo de sustitución; curiosamente, de otra marca.

Hace unas semanas avisamos a un fontanero para que revisara la cisterna del retrete, que nunca se terminaba de llenar. Vino de inmediato, la arregló enseguida y se fue. Al día siguiente, la cisterna volvía a funcionar mal. Le avisamos de nuevo. Volvió y la revisó de nuevo. No nos cobró nada esta vez. Nos dijo que le había pasado en varias visitas; que le habían enviado piezas defectuosas, pero que nos lo reparaba de nuevo sin coste adicional.

A día de hoy, la cisterna vuelve a funcionar mal. Nuestro coche está de nuevo en el taller. Al menos, la cámara digital de mi hija creo que funciona.
Creo que nunca nos han ofrecido más garantías y nunca han funcionado peor las cosas. Pienso que antes se hacían las cosas bien, por el orgullo de la labor bien hecha.
Ahora existe algo denominado "obsolescencia controlada", también conocido en mi pueblo como "tente mientras cobro". Tanto bienes como servicios no están concebidos para durar, pues esto iría en contra de la idea del "desarrollo", del "crecimiento" y del "consumo". Todo, o casi todo, se hace para proporcionar una "satisfacción" momentánea, para responder a una pulsión del deseo. Pero una vez obtenido, el objeto o el servicio se vuelve desechable y está previsto que sea necesario sustituirlo, lo antes posible, por otro.
Lo que más me preocupa es que los ciudadanos suframos también de esa "obsolescencia controlada". Nos convirtamos, poco a poco, en "desechables".
Nuestros gobiernos nos dan también continuas garantías: Si nos ponemos enfermos, nos atenderán sus médicos y sus hospitales. Si sufrimos una injusticia, podemos reclamar ante los tribunales. Si perdemos el empleo, tendremos un subsidio para sobrevivir... y poder seguir consumiendo.

Pero quizá, pese a tantas garantías, nos estemos apartando del camino de construir una sociedad más sana, más justa y en la que cada uno pueda trabajar, aportando lo mejor de sí mismo. Con el objetivo quizá no tanto de un "desarrollo sostenible", sino de disfrutar, cada uno de nosotros, de la satisfacción de una labor bien hecha.

martes, 9 de marzo de 2010

Félix Rodríguez de la Fuente

Acabo de asomarme a la 2 de Televisión Española y me he encontrado con un capítulo de "El hombre y la Tierra", la inolvidable serie de Félix Rodríguez de la Fuente. Concretamente, uno de los dedicados al lobo ibérico.
Mientras veía esas imágenes que siguen cautivándome y escuchaba su característica banda sonora, me he puesto a calcular cuándo vi la serie por primera vez. Y he llegado a la conclusión de que debe hacer unos 35 años.
Todavía me estoy recuperando del shock.


Hace 35 años España era una dictadura espiritualmente autárquica, muy alejada de veleidades europeístas.


La tele era en blanco y negro. El "canal y medio" que teníamos emitía solo unas horas al día. Pero había momentos en que las pantallas congregaban a españoles y españolas de todas las edades. Uno de esos acontecimientos que nos unían era la emisión de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente.


A través de ellos, mi generación descubrió que la Naturaleza era algo más que una asignatura de la EGB; era algo que podíamos vivir y por cuya defensa y mejora merecía la pena trabajar.


Han pasado muchos años. Dicen que eso no es malo de suyo. No lo es si hemos vivido realmente esos años.
Muchas cosas han cambiado. En España, que ya es Europa. En la tele, que ya no es única, sino un caleidoscopio extraño y colorido, con decenas de canales que pasamos rápidamente con un movimiento de dedo, sin encontrar nada que estimule nuestra mente, y, desde luego, sin que exista ya ningún programa que vean juntos a padres, hijos y nietos.


Pero, sobre todo, hemos cambiado nosotros. Ahora, somo europeos y demócratas de toda la vida. Nuestro estándar de documentales son los de la BBC, mucho más espectaculares y políticamente correctos. A la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente nos faltó tiempo para sacar a la luz que sus documentales se realizaban en fincas cerradas con lobos amaestrados.
Hemos vivido mucho; hemos visto muchas cosas; pero, ¿hemos aprendido algo?, ¿ya no nos engañan tan fácilmente? Y, sobre todo, ¿amamos algo?, ¿nos apasionamos por algo?
No sé si Félix Rodríguez de la Fuente fue el mejor naturalista, pero, sin duda, amó lo que hacía, se apasionó por ello, y trató durante toda su vida de transmitirnos ese amor y esa pasión.

viernes, 5 de marzo de 2010

La Fe y las montañas

En estos días, de terremotos, ciclogénesis explosivas e "indicadores de confianza del consumidor", me ha llamado poderosamente la atención un texto del maestro del cuento breve Augusto Monterroso:

Al principio, la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y era cada vez más difícil encontrarlas en el lugar que uno las había dejado la noche anterior; cosa que, por supuesto, creaba más dificultades que las que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.

Cuendo en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

No todo está en crisis

Todos los días recibo puntual información de las plazas de funcionarios de todo tipo convocadas por las distintas Administraciones Públicas españolas.
Hace unos días recibí una que me llamó la atención: el Ayuntamiento de Badajoz anuncia las bases de convocatoria para una plaza de Técnico Medio de Cementerios.

No es cualquier cosa. No se trata de una simple plaza de enterrador. Se requiere una diplomatura universitaria. Los interesados deberán estudiarse un programa de 60 temas, sobre el que serán sometidos a dos ejercicios, uno teórico y un supuesto "práctico" (¿?!!).
Es importante señalar que los opositores deberán acreditar "no estar afectados por ninguna limitación psíquica que impida el desempeño de sus funciones".


A estas alturas de la crisis supongo que a pocos nos afectaría psíquicamente trabajar de Técnico Medio de Cementerios. Además, es un sector en el que nunca fallan los clientes. Si acaso cambian.

Un estudio reciente sobre "de qué se mueren los españoles", (realmente, hay gente haciendo estudios de todo...) muestra que los suicidios superan ya a los accidentes de tráfico como la primera causa de muerte "externa".


Supongo que una posible explicación podría estar en los más de cuatro millones de españoles en paro que ya no van todos los días en coche a trabajar y se quedan en su casa, pensando... si preparar oposiciones, aunque sea al Ayuntamiento de Badajoz...