viernes, 28 de agosto de 2009

Los misterios de Chartres

Como etapa final de nuestro viaje, decidimos hacer una parada en Francia en nuestro viaje de regreso. Concretamente en Chartres, para visitar su catedral.
Se trata de una de las primeras y más características muestras del arte gótico en Europa.
Resulta impresionante divisarla desde más de veinte kilómetros de distancia, elevándose majestuosa sobre el paisaje de llanuras que rodean la ciudad.
Además de su incuestionable belleza, la catedral de Chartres se ha hecho famosa por una serie de misterios y leyendas que se han ido tejiendo a su alrededor con el paso de los siglos.
Sin duda, lo más llamativo es encontrarnos con un laberinto en el suelo de su nave principal. Si, como nos ocurrió a nosotros, entras en la catedral a primera hora de la mañana y te encuentras a un pequeño grupo de gente, en absoluto silencio, recorriendo lentamente y a media luz, el laberinto, el efecto es sobrecogedor.
El simbolismo del laberinto ha dado lugar a muchas interpretaciones. Sin duda, tiene que ver con un viaje interior, un encuentro espiritual. Desde un aspecto más pragmático, se dice también que serviría para "resumir" una peregrinación a Tierra Santa para aquellos cristianos de la Edad Media que no tuvieran la salud o los medios económicos para llevarla a cabo. En cualquier caso, se siente como un lugar muy especial.
Muy especial es también encontrarse con los juegos de luces que iluminan la catedral de noche. Algunos de ellos resumen su historia y juegan con la riqueza artística que se encuentra en sus célebres vidrieras.
Otras iluminaciones, sin embargo, tratan de presentarnos como podría ser una catedral gótica policromada.
Estamos acostumbrados a ver muchas de las catedrales ennegrecidas con el paso de los años. por la contaminación o la humedad
Nos encontramos, a menudo, con modernas restauraciones que tratan de devolver el esplendor original a estas construcciones blanqueando la piedra.
Pero algunos historiadores afirman que las catedrales, en su origen, en la Edad Media, podían estar pintadas de colores. Es algo que "choca" mucho con la imagen solemne a la que estamos acostumbrados, pero que tal vez sería lógico si recordamos cómo las imágenes que encontramos en las fachadas están destinadas a servir como un atractivo relato de los más famosos pasajes de la Biblia destinados a las gentes sencillas de la época, que no sabían leer ni escribir.
La Historia alberga, y albergará siempre, muchos misterios.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Lovely weather

El tiempo, la climatología, es el tema de conversación preferido del pueblo británico. Esto no es un mito, sino una realidad.
En cuanto puse la radio en Inglaterra, lo primero que escuché fue a varios locutores, entusiasmados, describiendo el "lovely weather" del que estaban disfrutando las islas británicas.
Lo que para nuestra mentalidad española sería "está empezando a hacer fresquito", allí resultaba ser motivo de euforia nacional. Temperaturas alrededor de 28 grados centígrados y casi tres días de sol, a finales de agosto, tuvieron el efecto de que toda la población londinense se echara a la calle para disfrutar de ese inusual regalo de los dioses.
A ésto, se sumaba el que ciudad perecía tomada por los españoles("Espero que hayan venido a Londres a aprender inglés", nos dijeron en el alojamiento...). El euro ya podía plantarle cara a la libra esterlina, lo que había exacerbado el afán consumista ibérico.
El resultado de todos estos factores era un Londres con aspecto más asiático que europeo. No sólo por la profusión de turbantes y chador por las calles, sino por la omnipresencia de multitudes en todas partes. Colas en el metro, en los museos, en los restaurantes...
Solo en los parques se podía respirar un poco. En España estamos acostumbrados a considerar "zonas verdes" a esos escuálidos arbolitos que parecen brotar de esos cuadraditos de cemento que bordean nuestras calles. En Londres casi no se ven árboles en las calles, pero, a cambio, la población dispone de extensas y muy cuidadas zonas verdes.
Lo que fueron antiguos jardines de los palacios de la aristocracia o zonas de caza de los reyes, son ahora lugares de expansión de los ciudadanos de a pie, e, incluso atractivo turístico.
Así pues, tras varios "baños de multitudes" durante nuestra estancia en Londres, fuimos, como no a relajarnos a Hyde Park.
Allí, mientras meditaba tumbado sobre la hierba, percibí un hecho que me hizo tomar consciencia de la realidad del cambio climático con más intensidad que los documentales de Al Gore o de Yann Arthus-Bertrand:
¡La hierba de Londres empieza amarillear! ¡Esto es el fin!

martes, 25 de agosto de 2009

Stonehenge

Hay lugares que hemos visto tantas veces en fotografías, que cuando nos los encontramos en realidad nos decepcionan; no acaban de responder a nuestras expectativas.
Creo que serán muy pocos los que no hayan visto alguna vez una foto de Stonehenge. Sobre todo teniendo en cuenta que Windows la ofrecía como uno de los fondos de escritorio por defecto para los ordenadores.
Yo ya había visitado el lugar hacía varios años; pero ahora quería enseñárselo a mi familia. De hecho era la única visita del viaje que había suscitado unanimidad. Todo un acontecimiento.
El lugar está un poco apartado de las rutas principales, y, pese a estar en medio de una pradera, solo se vislumbra cuando ya estás ahí.
Al principio, sentí un amago de decepción a mi alrededor. Incluso alguien llegó a decir: "Lo imaginaba más grande".
Las circunstancias quizá tampoco eran las más apropiadas para sumergirse en un misterio: no estábamos solos, sino "acompañados" por varias decenas más de visitantes; a nuestros oídos llegaba el ruido del intenso tráfico de una carretera cercana... Pero nadie puede librarse del influjo mágico de Stonehenge.
La visita tiene lugar realizando una especie de ritual, un lento desfile, casi silencioso, alrededor del círculo. Nadie corre, nadie alza la voz; ni siquiera los niños. No está prohibido. No es necesario. Stonehenge impresiona; su misterio va penetrando lentamente en el interior de todos los que acuden allí. Aunque no comprendamos su significado, incluso si no se conoce bien su historia ni la de quienes lo comenzaron a erigir hace unos cinco mil años.
Nadie queda indiferente.

lunes, 24 de agosto de 2009

Iconos modernos

Para las personas de una cierta edad, la mención de Londres nos trae a la mente una serie de imágenes: el Big Ben, los edificios del Paralmento, el Tower Brigde, los guardias del palacio de Buckingham...
Pero para las nuevas generaciones, sin duda, el que se está constituyendo en el icono definitorio de la ciudad es el London Eye, el Ojo de Londres o la noria del Milenio.
Fue construida con motivo de las celebraciones del nuevo milenio en el año 1999, con un carácter, en principio, provisional.
Ciertamente, su estética "choca" con los edificios históricos que tiene directamente enfrente: el Big Ben, el Parlamento y la abadía de Westminster.
Pero merece la pena recordar que también la construcción de la torre Eiffel en París tuvo un carácter "provisional", para la Exposición Universal de 1889, tras la cual estaba prevista su demolición. En esa época también muchos parisinos opinaban que era un horror, un "monstruo" de hierro, que afeaba su cuidad. ¿Y quién puede imaginarse ahora París sin la torre Eiffel?
La verdad es que las vistas de la ciudad de Londres que pueden observarse desde sus 135 metros de altura, son impresionantes. Sobre todo si, como nos ocurrió a nosotros, se tiene la suerte de disfrutar de un día inusualmente despejado.

domingo, 23 de agosto de 2009

Home, sweet home.

Tras cruzar el Eurotunel, ya quedaba menos para el anhelado fin de nuestro viaje. Sólo restaba llegar a Londres.
Bueno, llegar y entrar, pues Londres, es más que una ciudad; es prácticamente un país. Con más de 50 kilómetros de lado a lado, ocupa una extensión similar a la de Luxemburgo.
A pesar de contar con innumerables autopistas de entrada y una enorme circunvalación, los atascos de tráficos son habituales. Aunque son soportables para la flema británica, pueden llegar a resultar exasperantes para la furia española...
Esta megalópolis no es sino el resultado del invento inglés más exportado (bueno, después del fútbol, supongo): el adosado.
En Londres, salvo en el centro financiero, apenas existen edificios altos. Casi todo son casitas de dos plantas. Miles y miles de ellas. Barrios enteros constituidos por calles iguales, de casas iguales... Muchas de ellas resultan, individualmente, muy bonitas a los ojos españoles, tan maltratados por el feísmo arquitectónico de las VPO... Pero ese atractivo resulta bastante opacado cuando te encuentras quinientas casas iguales a tu alrededor.
Ese estilo de vida también implica que en los barrios de Londres, para no arruinar la estética, las tiendas están todas agrupadas en la calle principal o en grandes centros comerciales. En consecuencia, para cualquier compra básica, tienes que emprender una buena caminata, coger o el coche o tomar un transporte público.
La verdad es que el transporte público de Londres es muy denso y parece bastante bien organizado. Pero las distancias son tan grandes que, una vez más, ponen a prueba la paciencia española. Que alguien te diga que vive en Londres, relativamente céntrico, y tengas una hora de autobús o 40 minutos de metro al Big Ben...
En fín, supongo que a todo se acostumbra uno.

Al otro lado del espejo

Hace muchos años que manejo la teoría de que viajar a Inglaterra es lo más parecido a seguir el camino de Alicia, "al otro lado del espejo".
Allí, los desayunos son como nuestras cenas, las comidas como nuestras meriendas y las cenas como nuestras comidas. Las tiendas cierran a la hora que abrirían en España... y los coches circulan por el otro lado de la carretera.
El tema de la circulación es uno de los más llamativos, sin duda. Reflejo de la idiosincransia británica, capaz de opinar que es el resto del mundo el que está equivocado.
Sin embargo, creo que en lo más profundo de la mentalidad inglesa, son conscientes de que son ellos los que están equivocados. No hay más que darse cuenta de que la palabra que utilizan para derecha, right, es la misma que significa para ellos correcto; con lo que, implicitamente aceptan que circular por la izquierda no acaba de ser lo idóneo. Otros ejemplos de esa esquizofrenia británica se reflejan en su día a día: las escaleras mecánicas del metro de Londres están llenas de carteles que recuerdan keep on your right, mantengánse a la derecha; sin embargo, en los pasillos del mismo metro se recomienda walk on the left, circule por la izquierda. No lo acaban de tener claro...

Pero su insularidad les ha permitido durante más de cien años de historia del automóvil mantener su peculiaridad izquierdista. Ni siquiera el tunel construído bajo el canal de la Mancha ha servido para minarla.

El Eurotunel, como se llama oficialmente, no puede atravesarse conduciendo. Solamente lo recorren trenes. Por una parte, trenes de alta velocidad que cubren la línea París-Londres, y, por otra, trenes lanzadera que transportan camiones de mercancías y vehículos privados.
En esa modalidad nos embarcamos en nuestro viaje a Londres. El acceso al mismo es directo por autopista a ambos lados. De hecho, el acceso al mismo es muy similar a un peaje. Se introduce una tarjeta de crédito y se elige entre las próximas salidas disponibles. Es necesario pasar un control de policia, muy somero en el caso de los franceses y algo más inquisitivo por parte de los británicos. El coche es también sometido, como no, a un rápido sistema de detección de explosivos antes de poder dirigirse al tren.
La sensación es que te indroduces en una especie de contenedor de mercancías. Y la verdad es que no es mucho más que eso. Con algunas comodidades, eso sí, como aire acondicionado, baños y unas ventanitas un poco absurdas... Pero, ¿usted aceptaría viajar 35 minutos encerrado en una caja metálica sin ventanas?. La manera más cómoda de pasar el rato es dentro de tu propio vehículo, pero, si eres masoquista puedes hacerlo de pie, recordando los tiempos de los expresos nocturnos de RENFE... Aunque parece que, en tiempos de crisis el número de "masoquistas" puede ir aumentando; el caso es viajar, como sea.
La verdad es que las maniobras de entrada y salida de los vehículos en el Eurotunel suelen ser rápidas y sencillas. Eso sí, al "tomar tierra" en las islas británicas varios carteles nos recuerdan "drive on the left"....

sábado, 22 de agosto de 2009

La alegría de la huerta

Culminado el almuerzo que compartimos con la mitad de los europeos en el área de Orleans, emprendimos la etapa final del viaje.
Una vez más, solidarios, unidos por un objetivo común, los europeos en movimiento nos encontramos en la circunvalación de París. Allí, cuatro carriles por sentido demostraron ser escasos para responder a nuestras expectativas circulatorias. Pacientes, cual modernos peregrinos, aguantamos todos el atasco, sin poder atisbar siquiera una esquina de la torre Eiffel que pudiera aliviar nuestro desesperante aburrimiento.
Al fin, se abrieron las compuertas circulatorias y pudimos emprender la última etapa de nuestro primer y largo día de viaje.
Tras 16 horas de viaje llegamos a la villa de Calais, en el extremo norte de Francia, a orillas del canal de la Mancha.
Nuestra intención era pernoctar allí, de modo que nos dirigimos a la Oficina de Turismo para solicitar información sobre alojamientos. Allí, un tipo repantingado en un sillón nos recibió muy sonriente diciéndonos que no había alojamiento ni en Calais, ni en todos los pueblos a 50 kilómetros a la redonda. Lo que se dice, la "alegría de la huerta".
Nuestras alternativas en ese momento parecían ser cruzar el canal hacia Inglaterra o dormir en el coche. Pero nuestros cuerpos se negaban ya a cualquier experiencia que no fuera encontrar una cama.
Decidimos dar una vuelta en dirección a la playa y allí vimos un cartel providencial: "Auberge de Jeunesse". Recordando la época de nuestra no tan lejana juventud, decidimos preguntar allí si nos podían acoger por una noche. Resultó que sí, y el alivio fue tal que tuvo un efecto balsámico tal sobre nuestras maltrechas anatomías, que nos quedaron ánimos para hacer turismo por Calais.
Resultó ser una villa bastante interesante, con una compleja historia, producto de siglos de tira y afloja entre el dominio francés y el inglés. Ahora, los cañones se han convertido en trenes y los galeones de guerra en ferrys, de manera que puede decirse que Calais mantiene unidas las islas británicas al continente europeo..., o viceversa, como dirían los ingleses...
Dos cosas nos resultaron especialmente llamativas. Una, su ayuntamiento, que no desmerece del de ciudades como París. La otra que, mientras estábamos cenando en una terraza al aire libre de la calle principal, a las ocho de la tarde, pasara el camión de recogida de la basura.
Decididamente, los horarios es algo que todavía nos distingue a unos de otroa países en Europa.

Europa en movimiento

Casi improvisadamente decidimos viajar a Londres para participar en una especie de reunión familiar.
Otros parientes llevaban meses preparando el viaje, y aprovecharon las ofertas de las compañías aéreas de bajo coste para llegar a Inglaterra. Pero, a última hora, los precios tampoco se diferencian mucho de los de las líneas aéreas "normales", sobre todo teniendo en cuenta la pérdida de derechos del pasajero que suponen: tanto por llevar maletas, tanto por pagar con tarjeta, etc.
Además, como siempre nos ha gustado ser originales, tomamos la decisión de ir por tierra, en nuestro coche.
Partimos en una de las noches de insoportable calor que nos ha regalado el mes de agosto, pero ya al cruzar los Pirineos el tiempo cambió y comenzó a hacerse más llevadero.
Conforme comenzó a amanecer, comprobamos que no estábamos solos atravesando Francia. Era un fin de semana de finales de verano y media Europa estaba allí.
A pesar de la crisis, millones de turistas europeos siguen pasando sus vacaciones en la costa española. Y, cuando emprenden el regreso, tienen que atravesar Francia.
Allí, en el área de servicio de Orleans, estaba la verdadera Europa Unida. Belgas, holandeses, franceses, alemanes, españoles, e incluso británicos, unidos en un objetivo común: almorzar. Todos, sin distinción de raza, nacionalidad u opción política, con una sola ilusión: encontrar una plaza de aparcamiento y una mesa para sentarse.
Nosotros lo conseguimos. No en vano los españoles ya somos europeos de pleno derecho. Capaces incluso de comer a las doce del mediodía.
Durante la comida, mientras contemplaba por la ventana el fascinante espectáculo de esa Europa en movimiento, recordé un libro que leí hace mucho tiempo: "Los autonautas de la cosmopista". Es el relato de un viaje que emprendió Julio Cortazar con su esposa. Decidieron cruzar Francia de norte a sur por autopista, pero parando y pernoctando en cada una de las áreas de descanso. Así, un recorrido que puede durar doce horas, les llevó un mes.
Es un libro curioso, que me permito recomendar a todos aquellos que se hayan visto inmersos este verano en algún atasco, retención o zona de tráfico lento en la autopista. Nos mostrará que siempre hay otros modos de enfrentarnos a un viaje.

viernes, 21 de agosto de 2009

Estrellas

La primera vez que fui de acampada al monte, con catorce años, al llegar la noche, me asusté. No por el silencio, la soledad o las fieras salvajes que podían estar acechando. Me asuste al descubrir la inmensidad de las estrellas.
Hasta entonces, como típico chico urbano que era, solo conocía los puntitos aislados que alguuuuuna vez podían verse de noche entre los tejados de las casas. Sabía, por los libros, que había millones de estrellas; pero era un dato más, que no asumí hasta esa primera noche.
Anoche era luna nueva y salí, bien acompañado, a ver estrellas. Lo primero que comprobé es cómo, incluso en localidades no muy grandes como aquella en la que vivimos, la iluminación nocturna es defectuosa. Mal diseñada, la mayor parte de la luz se pierde hacia el cielo en lugar de alumbrar las calles. Esto, además de ser un despilfarro, origina la denominada "contaminación lumínica", que dificulta la obervación del cielo nocturno. Tal vez, en el fondo, a mucha gente le siga asustando la bóveda celeste y prefiere no verla.
Hace pocas semanas se conmemoraron los cuarenta años de la llegada dell hombre a la luna. Más allá de la polémica sobre si eso fue o no un montaje, lo que se volvió a poner encima de la mesa fue la pertinencia de la exploración espacial.
Hasta no hace mucho, a los humanos nos bastaba con mirar al cielo e imaginar el significado oculto de esa inmensidad. Primero dimos nombre a las estrellas, las imaginamos unidad en constelaciones e inventamos historias de míticas persecuciones y cacerías de héroes en el cielo.
Más tarde, algunos se pudieron a pensar sobre el funcionamiento del sistema, sobre la regularidad del movimiento de los cuerpos celestes y su posible influencia sobre nuestras vidas.
Se fueron creando artefactos para ver más y más allá y descubrimos, con estupor, que el universo es muchísimo más grande de lo que habíamos podido imaginar.
Desde hace unas pocas décadas, el ser humano ya no parece conformarse con imaginar, con ver o con conocer. Queremos ir, y, a ser posible, retransmitir. La llegada del hombre a la luna no hubiera sido un hito histórico si no se hubiera emitido en directo por televisión. Desconcemos qué datos científicos de utilidad recogieron los vehículos no tripulados que aterrizaron en Marte, pero recordamos que, lo primero que hicieron fue enviar fotos para los telediarios.
No me imagino emitidas por televisión las imágenes del fin del hambre en el mundo o de la erradicación de la malaria o la enfermedad de Chagas. Tal vez por eso no se dedican demasiados recursos a conseguir estos otros hitos de la Humanidad.

martes, 18 de agosto de 2009

Meditaciones playeras


Hoy he accedido a acompañar a mi familia a pasar un día de playa.
He ido a pesar de que no acabo de sentirme a gusto en ese tipo de ecosistema.
Soy de los que encuentran incómoda la arena: quema, se mete por todos los resquicios corporales y ni siquiera es blandita para echar la siesta.
El sol, esa maravilla que atrae a millones de turistas cada año a la costa mediterránea, me cansa a los diez minutos. Pertenezco a esa raza de humanos que nunca se ponen morenos: solo podemos estar blancos o rojos.
A ese respecto, esta mañana, paseando por la orilla, meditaba sobre el concepto tan amplio que tenemos sobre la raza blanca. Me iba cruzando con distint@s individu@s, cuyas pieles abarcaban un espectro de colores desde el de los folios no reciclados hasta el del chocolate Valor, pasando por diversas tonalidades de rojo. Y, sin embargo, cualquier observador los habría englobado a tod@s en la raza blanca. Teniendo en cuenta que muy pocos negros lo son de verdad y que todavía no he encontrado a un chino amarillo, creo que deberíamos pensar seriamente en una clasificación de las razas humanas diferente a la que aprendimos la mayoría de los que cursamos la EGB preconstitucional.
Por cierto, me pregunto por qué los negros son los únicos que recorren la playa completamente vestidos, cuando son los que menos riesgo corren de quemarse. Supongo que es porque están trabajando y quieren mantener un mínimo de dignidad.
Dignidad que no suele preocupar a los orgullosos poseedores de las "tripas cerveceras". Sobre esta categoría de individuos me asalta una duda: ¿cómo se consigue algo así? Supongo que es fruto de muchos años de esfuerzo, incluyendo muchas horas de barra de bar. Pero, entonces, ¿por qué nunca nos encontramos con tipos con "tripa medio cervecera"? Nunca se ven estadíos intermedios de la especie. ¿Dónde se esconden hasta que sufren la metamorfosis?
Lo que nunca parece cambiar son los entretenimientos en la playa. ¿Qué gen ancestral nos impulsa ineludiblemente a cavar en la arena, tengamos o no las herramientas adecuadas? ¿Por qué no ha cambiado el modelo de pala de plástico en los últimos cuarenta años cuando dista mucho de ser perfecta y termina rompiéndose siempre por el mismo sitio? ¿Por qué, a pesar de haber finalizado la Reconquista, los españoles seguimos empecinados en hacer castillos? ¿Y cómo es que nos seguimos extrañando y enfadando cuando sube la marea y las olas se llevan nuestro feudo recién terminado?
Y eso que seguimos estando convencidos de que el mar se lo traga todo. A pesar de que incluso los más grandes oceános comienzan a dar muestras de indigestión.
Pese a que el doblaje al castellano es penoso, dejo este documento para finalizar con una meditación algo más seria.





lunes, 17 de agosto de 2009

Viajes soñados


Me gusta preparar viajes.
Cuando era niño, dibujaba rutas sobre mi Atlas escolar. Más mayorcito, me empollé una vieja enciclopedia de Geografía de diez tomos que yacía en una estantería de casa de mis padres.
Por supuesto, me leí también todas las novelas de Julio Verne. Me apasionaban los relatos de viajes de quien, como más tarde supe, nunca se alejó mucho de su ciudad natal.
Poco a poco, fui comprendiendo al escritor: viajar es estupendo, pero imaginar viajes es aún más maravilloso. Mi propia experiencia me fue demostrando que se puede disfrutar más preparando un viaje que realizándolo. No es una cuestión de realizar o no los sueños; ni siquiera es algo relativo a las incomodidades derivadas de ir de aquí para allá.
Es que creo que casi siempre resulta más bonito, satisfactorio y placentero lo soñado que el despertar a la realidad.
No es que no haya disfrutado con mis viajes. Lo he hecho. Pese a inconvenientes, incomodidades, retrasos, averías e inclemencias climatológicas. Me gusta viajar. Pero, como decía al principio, creo que me gusta aún más preparar viajes.
Aunque los tiempos han cambiado mucho, incluso para los viajes imaginarios.
La primera vez que crucé el Atlántico fue para irme a vivir dos años a Bolivia. Entonces, todo lo que sabía de ese país era lo que había leído en la vieja enciclopedia de mis padres. Así, era mucho lo que quedaba para la imaginación.
Ahora, si uno se pone a preparar un viaje consultando internet, puede tener acceso a planos detallados de ciudades, carreteras o parques nacionales. Puede acceder a webcam que te muestran cómo es un determinado lugar en tiempo real. Se te informa de horarios, precios y condiciones para visitar cualquier monumento o atracción turística. Y, sobre todo, dispones de miles de comentarios de quienes han estado allí anteriormente sobre la calidad y limpieza de los hoteles, incluyendo, incluso, fotos de las pelusas de debajo de la cama.
Va quedando poco a la imaginación.
A pesar de todo, creo que me quedan muchos viajes por soñar... e incluso alguno por hacer.

jueves, 13 de agosto de 2009

Los detectives salvajes

Primer aviso: No es una novela de detectives.

Segundo aviso: Posiblemente ni siquiera pueda considerarse una novela; al menos, en un sentido clásico.

El hilo argumental gira en torno a unos jóvenes poetas de los años setenta buscando sus raíces en una olvidada poeta vanguardista mexicana de los años 20.

Este eje viene a ser sólo una excusa para reflejar el ambiente cultural en ebullición del México de los años 70, y la evolución personal, social y política de algunos personajes, a lo largo de los veinte años siguientes.

Para ello, se nos ofrece el diario de uno de los protagonistas, lo que nos presentará una determinada visión de la historia contada.

Sin embargo, la manera en la que realmente vamos conociendo a los personajes que aparecen progresivamente en la narración, es a través de una serie de entrevistas o testimonios. Multiples voces de personajes secundarios que nos van permitiendo componer una imagen mental de los protagonistas y de todas las circunstancias y avatares de su vida.

En muchas ocasiones, esos testimonios son contradictorios. Y en eso radica, para mi, uno de los prncipales valores del libro. Frecuentemente nos formamos una opinión sobre algo o sobre alguien a partir de uno o muy pocos datos que recogemos o recibimos, aleatoriamente o no. Con ello, vamos componiendo, a menudo visiones muy simplistas de la realidad y de las personas que nos rodean. Pero nos conformamos, nos es bastante, no nos queremos complicar más la vida.

La sociedad en la que vivimos cada vez ofrece más informaciones, pero cada vez cuenta con menos fuentes de información. Los periódicos, radios y televisiones están controlados por muy pocas manos, y diseñados, cada vez más, para ofrecernos una imagen "predigerida" de la realidad.

En este sentido, el libro de Roberto Bolaño, escrito en los años 90, presenta aspectos de gran actualidad. La investigación que desarrolla recuerda la que podríamos realizar en el 2009 a través de internet. En la red de la red podemos recopilar innumerables testimonios y opiniones sobre una persona o sobre un tema. Algunos serán útiles y fiables; otros, no.

Puede que nunca alcancemos a conocer la auténtica verdad sobre nada, puede que cada vez estemos más lejos de conocer la auténtica realidad.

Pero, como decía un profesor mío: "La realidad no es ni blanca, ni negra. Es gris y con manchitas".

lunes, 10 de agosto de 2009

Caminos


"Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar"

Han pasado muchos años desde que el poeta escribió estos versos. Machado yace al final de la senda que nunca volvió a pisar.

Tuve la oportunidad de visitar su tumba en uno de los muchos caminos que he recorrido. Caminos de asfalto y caminos de hierro europeos. Caminos de tierra y de hierba pirenaicos. Caminos de lava islandeses. Caminos incas de piedra. Caminos amazónicos, de barro, maleza y agua. Caminos de aire, sobre océanos y continentes. Antiguos caminos romanos de mármol. Oscuros caminos metropolitanos, en las entrañas de grandes ciudades.

He encontrado caminos que nacen, tiernos y prometedores. Y también caminos que mueren; en las aguas de un embalse, en un claro de un bosque, en una cueva ancestral o incluso alguno que muere en un cementerio.

Pero, ¿hay caminos por hacer? Creo que muchas veces da la sensación que ya están todos los caminos hechos. Al menos en nuestro entorno cercano, donde casi todo está asfaltado, señalizado, regulado, mapeado y almacenado en la memoria del GPS. Aunque siempre puede haber algún alcalde iluminado que decida hacer otra circunvalación más lejana o media docena de estaciones más de metro; por complicarnos la vida.

En otros continentes, sin embargo, todo parece estar por hacer. En Bolivia, por ejemplo, es tal la escasez de vías de comunicación, que una docena de señoras sentadas en una carretera puede bloquear el tránsito internacional de mercancias durante días. Siempre recordaré un viaje que realicé allí, planificado con mapas satélitales sacados de internet, durante el cual fuimos abriendo un camino por una sabana con hierba de un metro de altura con nuestro vehículo, marcando las huellas por las que luego poder regresar.

Sin embargo, es difícil hacer nuevos caminos. Supongo que lo más importante es saber a dónde se quiere llegar. Y eso, tanto en lo personal como en lo colectivo, no es nada fácil.

En política, por ejemplo, se pasaron décadas prometiéndonos una Tercer Vía, y hemos terminado todos en le siglo XXI como ovejas encarriladas en sentido único.

En cualquier caso, hagamos caso al poeta: andemos. Siempre quedarán caminos que recorrer.

E intentemos, al menos intentemos, alguna vez, abrir nuevos caminos.

sábado, 8 de agosto de 2009

Cárceles

A veces, ya se sabe, las apariencias engañan.

Un pueblo, pequeño, tranquilo y coqueto puede albergar en sus entrañas restos de un pasado bastante menos luminoso.

En la provincia de Teruel, existe, reconocido como un atractivo turístico y cultural, la "Ruta de las Cárceles".

Además de su componente indudable de morbosidad, la propuesta tiene sentido desde el punto de vista de tratar de analizar la evolución de la sociedad, el concepto de delito y la aceptación progresiva de los derechos humanos.

La persona que dirige la visita a una de estas cárceles, hace mucho hincapié en que quienes la ocuparon y aquellos que los enviaron allí, eran seres humanos como nosotros, solo que habitantes de otra época, con una realidad social distinta. Los presos sufrían y padecían como nosotros. Sus jueces y verdugos no eran más crueles que los de nuestros días, sino que aplicaban las leyes adoptadas y aceptadas en esa época.

La Humanidad evoluciona; y, en muchos aspectos, evoluciona a mejor. Progresivamente, nos hemos ido dando, como sociedad, más y mejores derechos, humanos y sociales. Queda mucho por hacer, y todos los países no recorren ese camino al mismo ritmo. Pero, desde una visión global, pese a todo, indudablemente se va avanzando.

Sin embargo, la evolución no es constante. Existen épocas de crisis. Visitando una de esas celdas, donde un tétrico maniquí recuerda al visitante cómo eran, y para qué se usaban, cepos y grilletes, me vinieron a la cabeza las miserables fotos de la cárcel de Abu Graib en Bagdad. Cuando uno piensa en lo que era estar allí a oscuras y olvidado del mundo, se te aparecen imágenes de Guantánamo y sus "sistemas de privación sensorial".

Sin ir tan lejos, esas cárceles, creadas en el siglo XVI y abandonadas en gran parte durante el XIX, fueron "recuperadas" por ambos bandos de nuestra Guerra Civil Española.

La Humanidad ha sufrido y superado grandes crisis. Siempre, al salir de ellas, afirmamos: "Nunca más". Pero somos, como afirma la sabiduría popular, el único animal que tropieza repetidas veces con la misma piedra.

Estos días es el aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Nadie, o muy pocos, en este planeta quieren que algo así se repita. Las relaciones internacionales parecen ir haciéndolo cada vez menos posible. Pero la Historia es tozuda. Cuando nadie pensaba que Europa tuviera que albergar en sus entrañas campos de concentración y limpiezas étnicas, la descomposición de Yugoslavia nos trajo a nuestros hogares nuevas imágenes del horror. Y, esta vez, víctimas y verdugos eran rubios y de ojos azules, no hutus o tutsis...

La marea de la Historia nos llevará, sin duda, poco a poco, a un mundo más justo. Pero es necesario un compromiso de todos los hombres y mujeres por trabajar, en nuestro día a día, hacia la consecución de ese objetivo.

Vacaciones para desempleados

El gobierno, desde los medios de comunicación, nos transmite un nuevo mensaje de preocupación hacia los millones de ciudadanos en situación de desempleo: ¡Debemos irnos de vacaciones!

Se nos advierte que nuestra salud física y mental se resentirá si no lo hacemos, y que descenderá nuestro grado de autoestima, e, incluso, nuestra autopercepción de prestigio social, (¡¡¡???)

Una vez más, somos los trabajadores, en este caso incluso los ex-trabajadores, los que tenemos que arrimar el hombro para levantar la economía. Como este año ni siquiera han aparecido demasiadas ofertas de trabajo temporal para el verano, se nos sugiere que colaboremos al repunte del P.I.B. yéndonos de chiringuitos.

Eso sí, se nos recuerda, que los beneficiarios de prestaciones por desempleo deben pedir permiso al INEM para trasladarse de su domicilio en vacaciones, un máximo de un mes en territorio nacional y de quince días por el extranjero. Una medida con cierto tufillo totalitario quizá, pero, ¡encima que estás cobrando paro, no te quejes!

Además, este verano de crisis, en el que ya ni los ingleses quieren venir a Benidorm, los empresarios hosteleros de esa ciudad han presentado incluso grandes ofertas para familias en desempleo. La campaña se llama "Ningún español sin vacaciones", y, no sé, me recuerda mucho al "Ningún hogar sin lumbre, ningún español sin pan" del franquismo. En esa época, tras destrozar el país después de la Guerra Civil, las damas de Auxilio Social tranquilizaban sus conciencias repartiendo cuscurros de pan entre los pobres. En 2009, tras haber destrozado la costa mediterránea y haber perdido el favor de los hooligans, empresarios benévolos, tal vez nostálgicos del franquismo, nos ofrecen la limosna de una vacaciones en su "paraíso".

¿Unas vacaciones para "desconectar" o para "cargar las pilas", como afirman, contradictoriamente, el 90% de los españoles entrevistados, año tras año por estas fechas, en playas o en gasolineras para salir en el telediario del 1 de Agosto?

¿O unas vacaciones para olvidar nuestra amarga situación consumiendo? Consumiendo gasolina para llegar a la costa. Consumiendo agua en centros turísticos donde no la hay. Consumiendo gambas criadas en lo que fueron manglares en Asia o Centroamérica. Consumiendo.

Aunque estemos en paro no debemos olvidar nuestro deber solidario como españoles y debemos seguir consumiendo. Así saldremos de la crisis. Aunque algunos sospechemos que la crisis haya llegado, en gran manera, por nuestro afán desmedido de consumo.

viernes, 7 de agosto de 2009

Cartas


Ayer, en la carretera estuve un rato detrás de un camión que iba circulando anormalmente despacio. Era uno de los vistosos vehículos amarillo de Correos. Enseguida pensé: ¡Claro! ¡Qué prisa va a tener, si es de Correos!.

Recordé el chiste que me contaron hace muchos años, cuando aprendía francés. En Francia, la empresa estatal de correos y comunicaciones se denomina P.T.T. (Postes, Télégraphes et Téléphones), pero sus usuarios lo suelen traducir por "Petit Travail Tranquile" ("un trabajito tranquilo"), por la parsimonia y pocas ganas de agobiarse de las que tienen fama sus funcionarios.

La verdad es que, hoy en día, a nadie se nos ocurre confiar algo importante o urgente al buzón. En el tiempo de internet y la telefonía móvil, ¿qué es lo que le confiamos al correo postal? ¿Realmente alguien escribe cartas todavía?

El vicio de escribir no nos ha abandonado. Solo en blogs como éste, se nos dice que se escriben más de 270.000 palabras por minuto. El número de mensajes SMS que se envían anualmente, puede superar los 2 billones en todo el mundo. Mi hija adolescente pasa la mayor parte del tiempo que está en casa tecleando en el ordenador, cual eficiente mecanógrafa de principios del siglo XX, atendiendo sus múltiples contactos de Hotmail, Tuenti y otras redes sociales.

Pero algunos viejos carcamales como yo, en ocasiones, sentimos nostalgia de las cartas. Claro que, hace como veinte o veinticinco años, vivía pendiente del buzón. Casi cada día escribía o recibía una carta. Uno de los ritos diarios más importantes era abrir el buzón o ir a Correos. En el cajón de mi mesa siempre había una tira de sellos (¿cuánto cuesta ahora un sello?) y mi estantería era presidida por un montón de cartas, como mi tesoro más valioso.

La mayor parte de esas cartas eran de la que, desde hace casi veinte años es mi compañera, de ilusiones y de fatigas. Fuimos cimentando esa relación con papel y bolígrafo. En una época en la que nuestros padres, cuando nos veían al teléfono temblaban, (¿No será una conferencia, verdad?), folios y cuartillas custodiaban nuestro amor.

Las cartas me permitieron también mantener muy buenas relaciones con amigos y amigas lejanos. En muchas ocasiones nos dijimos por escrito lo que nunca nos habríamos dicho en persona; algo que, quizá, nos ayudaba a conocernos mejor.

Ahora, en la Era de las Comunicaciones, recibimos docenas de mails de amistades, con reenvíos graciosos o "profundos", pero que rara vez nos cuentan algo de su vida, de sus sentimientos o de su estado de ánimo. A veces hablamos con ellos por teléfono, por mantener abierta la relación, sin saber muy bien qué decirnos.

Pero, ¿cartas?, ¿quién escribe cartas ahora?

miércoles, 5 de agosto de 2009

Desde entonces

Mi padre, a sus 70 años, nunca había estado enfermo.
Así como mi madre acarrea innumerables achaques desde que yo puedo recordar, él siempre había gozado de buena salud.
Hace unos años, acompañó a mi madre a un balneario en el Pirineo. Ella iba a tomar unos baños contra el reumatismo. Él, a descansar unos días.
Nada más llegar, a mi madre le hicieron un chequeo, para determinar el tratamiento a seguir durante su estancia. Entonces, unos de los médicos le propuso a mi padre chequearse también. Él dijo: "No, para qué, si me encuentro estupendamente. Yo sólo vengo de acompañante". Pero, ante la insistencia del facultativo, finalmente aceptó.
En el reconocimiento, le encontraron unos niveles de colesterol y tensión arterial tan altos que los médicos determinaron que era imprescindible su inmediato traslado en ambulancia para ingresar de urgencia en el hospital de Jaca. Para ellos estaba claro que, en su estado, no podía hacer vida normal.
Esa vida normal que mi padre venía haciendo, feliz en su ignorancia, hasta ese momento.
Desde entonces, está tomando medicación, para la hipertensión y para controlar sus niveles de colesterol. Unos tratamientos que, según los médicos, deberá mantener durante lo que le quede de vida.
Hasta ahora, yo contaba este sucedido casi como un chiste: "Fíjate, con lo sano que pensaba que estaba el hombre..."
Lo que ocurre es que he comenzado a darme cuenta de que, también desde entonces, mi padre ha empezado a decaer físicamente. Claro, se podrá decir que es la edad, sí. Pero creo que a eso podría unirse un cierto decaimiento psíquico también, una vez que te han convencido de que eres dependiente de unos medicamentos hasta tu muerte.
Estas reflexiones han coincidido con la lectura del libro "Los inventores de enfermedades", en el que un biólogo y periodista alemán analiza la voracidad de las empresas farmacéuticas en connivencia con la clase médica.
¿Quién determina qué es una enfermedad? ¿Cómo se determinan cuáles son los niveles normales de, por ejemplo, el colesterol? ¿Han cambiado esos niveles "normales" oficiales en los últimos años? ¿Cómo puede afirmarse, con seriedad estadística, que dos tercios de una determinada población supera los niveles "normales" establecidos?
En este libro se analiza, de una forma clara, amena, pero creo que puedo afirmar que con rigor, cómo la población europea nunca en su historia ha estado tan sana, nunca ha sido tan longeva, pero cada vez está más medicada.
Partiendo de la base de que una persona sana lo es porque no ha sido suficientemente estudiada medicamente, se nos va convenciendo de que las vicisitudes normales de la vida, como la madurez o el envejecimiento, son realmente enfermedades.
Como, además, nuestro sistema de protección sanitaria nos proporciona los medicamentos a bajo coste o incluso de forma gratuita, aceptamos sin rechistar ser convertidos en pacientes crónicos de cada vez más dolencias, reales o "de moda".
Hasta hace unos cincuenta años, las nuevas enfermedades se descubrían cuando aparececía un paciente con una sintomatología desconocida. En ese momento, la maquinaria farmacéutica se ponía en marcha para buscar un tratamiento.
Actualmente, la inercia de esa poderosa industria es tan monstruosa que el proceso se ha invertido. Sus departamentos de marketing, que manejan mucho más presupuesto que los de investigación, se dedican a imaginar nuevas enfermedades y animan (a menudo económicamente) a los médicos para que descubran, en sus consultas o a través de congresos médicos, pacientes de esas nuevas dolencias.

martes, 4 de agosto de 2009

Pelador de cebollas

El Sistema Nacional de Empleo sigue en su empeño de hacernos ver que, contra crisis, imaginación.

Esta semana ofrece una plaza de "Pelador de Cebollas" en una localidad asturiana. Eso sí, se exigen 12 meses de experiencia y ser una persona joven, de entre 20 y 25 años.

En una época en la que buscar empleo en España es como para echarse a llorar, no está de más encontrar la oportunidad de continuar con el berrinche, pero que, al menos, te paguen por ello.

Lástima que a los que tenemos 20 años, pero con más de 20 de experiencia, no nos dejen ni siquiera ese desahogo.


domingo, 2 de agosto de 2009

Valores paisajísticos

Creo que no soy la primera persona que define la costa mediterránea española como un acantilado de hormigón. A pequeños pueblos costeros se les prometió un enriquecimiento rápido si renunciaban a su cultura y a sus valores tradicionales. Al final. los que más medraron fueron los cuatro caciques de siempre y una docena de indocumentados amigos suyos.
Para llegar a esos centros turísticos, se han construído importantes infraestructuras, como autovías y ferrocarriles de alta velocidad, a través de valles y montañas. Los túneles y desmontes que esas obras han provocado dejarían boquiabiertos a faraones y emperadores chinos.
Si alguien se aburre por el camino, dispone de campos de golf de 18 hoyos en plena estepa o parques acuáticos en lugares donde la media de precipitaciones anuales es igual a la de Tombuctú.
Cada vez quedan menos lugares donde poder encontrarse frente a frente con la Naturaleza. Para conservarlos, las comunidades autónomas mantienen departamentos de Medio Ambiente y Agencias de Protección de la Naturaleza y Gestión Ambiental.
Acabo de leer la Resolución de una de estas agencias autonómicas, que afirma que la restauración de una masía en un L.I.C. (Lugar de Importancia Comunitaria), "actualmente en estado ruinoso, provocará la pérdida del valor paisajístico, al modificar sustancialmente los usos actuales que se desarrollan en el entorno".
Algo se me ha perdido por el camino. ¿Los valores paisajísticos que queremos conservar son los cientos y cientos de masías y aldeas enteras en ruinas que yacen en nuestras montañas? ¿Preserva mejor los valores paisajísticos la autorización de construcción de macro complejos turísticos que la recuperación del patrimonio humano y cultural que dio vida a nuestros montes, antes de que fueran abandonados por sus habitantes, atraídos por los cantos de sirena del desarrollismo salvaje.
A estas alturas de la fiesta, nadie puede pretender que el medio natural europeo se mantenga salvaje, pues hace cientos de años que es como es por la acción humana; de hombres y mujeres que criaron allí a sus hijos y les enseñaron un modo de vida responsable y respetuoso con su entorno.
Seré el primero en respetar y apoyar todas las reglamentaciones que sirvan para proteger la escasa Naturaleza que nos queda; pero también quisiera participar en la recuperación de un patrimonio cultural que, por verguenza incluso, no podemos permitir que se derrumbe día a día, piedra a piedra, teja a teja.


sábado, 1 de agosto de 2009

Operación Salida de Vacaciones

Ante la Operación Salida de vacaciones, un importante documento que permitará reconocer si hay "oregoneses" en vuestro lugar de veraneo.