Estos días estoy inmerso en un experimento
psico-sociológico.
He “heredado”
de mi hija un chisme de esos “con
manzanita”, que permite almacenar cientos de canciones y escucharlas en
cualquier lugar. El aparato, desde el punto de vista de la generación de mis
hijos es un poco arcaico, pues ellos ahora lo hacen ya todo con sus teléfonos móviles,
pero yo lo he cogido con gusto.
Como además, en el disco duro de mi ordenador tenía
almacenadas y casi olvidadas miles de canciones, ese aparato ahora me sirve
para amenizar mis trabajos en el campo o mis viajes con mi propia “emisora de radio”.
¿Qué emite esa emisora? Pues lo que he dado en
llamar “la banda sonora de mi Vida”.
Cada vez que alguien me pregunta qué música me
gusta, no tengo ni idea de qué contestar. Pues nunca he tenido un estilo ni
unos gustos muy definidos…, ni en la música ni en nada…
Entonces, ¿qué música guardaba en el ordenador? No
sé muy bien. Toda aquella que ha ido significando algo para mi a lo largo de
todos estos (bastantes ya) años…Algunas piezas “más clásicas” y otras mucho más
“eclécticas”… Es curioso cómo la música es capaz de transportarnos con unas
cuantas notas, diez, veinte, treinta años atrás… para recordarnos momentos de
esa época. Momentos importantes o futiles; alegres o tristes; hermosos o ridículos;
importantes o patéticos…
¿Qué queda de las personas que escucharon esa música?
De nosotros y de los que la escucharon con nosotros. Algunas todavía nos
acompañan o están cerca. De otras muchas, sin embargo, hace tiempo que no
sabemos nada. Desaparecieron de nuestra vida; o incluso, a veces, de este mundo…
¿Y qué queda de ese ser que tenía nuestro mismo
nombre y un cuerpo parecido cuando escuchaba esa música? ¿Sigue viviendo en
nosotros o ha desaparecido también de este mundo…?
Hay que ver todas las preguntas que me hago ahora
mientras trabajo o mientras conduzco… ¡Todo lo que puede evocar la música!
No hay comentarios:
Publicar un comentario