lunes, 20 de junio de 2011

Casas e ilusiones

El viernes estuve de visita a un nuevo proyecto que está empezando, en una zona distinta a las que trabajábamos hasta ahora.

Una de las primeras cosas que hay que hacer es encontrar una casa que sirva de oficina para los equipos en el terreno y que pueda permitir también pernoctar allí siempre que sea necesario.

Y la verdad es que no resulta fácil. La oferta inmobiliaria en Bainet es bastante limitada. Por un lado, porque en un país con una densidad de población tan alta como Haití, no es habitual encontrar casas vacías, sino más bien superpobladas. Con una media de seis hijos por familia y más de la mitad de la población con menos de 18 años, no suelen quedar muchas habitaciones libres…

Por otra parte, el terremoto de enero de 2010 también azotó la comuna de Bainet. Y, aunque no dejó las escenas de ruina y desolación que se vieron en Puerto Príncipe o en Jacmel, a cada paso, muros caídos nos recuerdan lo que sucedió.

Es curioso; en España también he visto muchas casas abandonadas, derruidas, en el área rural. Pero allí, las casas se hundieron después de irse sus habitantes. Se fueron agrietando y cayendo después de quedarse sin vida, sin alma.

Aquí, sin embargo, las casas se derrumbaron, en muchos casos, con sus habitantes dentro. Bajo los escombros quedaron miles de vidas, miles de almas, miles de ilusiones.

Cada casa es una historia. En Haití o en los puertos de Beceite. No es fácil volver atrás en la historia. Así como no es fácil resucitar un cuerpo, tampoco lo es devolver la Vida a una casa. Pero se puede intentar. No será la misma Vida, no será la misma historia. Pero puede servir de apoyo para crear nuevas ilusiones.

Y, como dijo, el poeta, ¿qué es la Vida sino una ilusión?


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