jueves, 9 de junio de 2011

Realidad matutina

Llevo unos siete meses viviendo en una habitación de hotel. A algunas personas eso les puede sonar muy frío, a otras quizá muy “chic”… Para mí, realmente es una simple cuestión de comodidad. No tengo que preocuparme de una serie de cuestiones logísticas, como hacer la compra, la limpieza o lavar la ropa…

Realmente mi habitación tampoco es una maravilla, ni en prestaciones, ni en decoración… Pero me permite cubrir mis necesidades básicas, que no son muchas, realmente.

Podría decirse que es casi una celda monástica; aunque, eso sí, una celda asomada a la modernidad. El acceso a internet no me permite, como sería el caso en un monasterio, acceder a la divinidad, pero sí que me ofrece un acceso a la Humanidad. Mantener el contacto con los seres queridos y seguir las noticias de lo que ocurre por el resto del mundo. Aunque la verdad es que la “realidad” que ofrecen los medios de comunicación aparece casi siempre teñida de gris, de amarillo o de negro…

No es que yo piense que la Vida sea, ni deba ser siempre, de color de rosa. Pero sí que hay muchas maneras de enfrentarse a ella.

Una de las suertes que yo tengo con mi habitación, es que cuando salgo de ella no me encuentro con un pasillo lleno de puertas, o a una calle llena de tráfico. Lo primero que veo por la mañana no es un semáforo, una señal de tráfico o un puesto de periódicos, sino un árbol lleno de flores.

Cosas como estas, me demuestran que tal vez no hay una sola realidad. Esto y otras cosas que me encontré esta mañana por la calle:

Un mototaxista vestido de rojo y con un gorro de Papá Noel

Una niña pequeña en otra moto, camino de colegio, que cuando me vio gritó “¡Blanc!”, y se me quedó mirando con la misma cara ilusionada con la que se quedaría un niño español si se cruzara con el rey Baltasar camino de la escuela.

¿Será Navidad ya en el Caribe?


No hay comentarios: