lunes, 27 de junio de 2011

Aeropuerto de Puerto Príncipe

El verano ya llegó; aunque en Jacmel no se notó mucho la diferencia realmente, ya que mucho más calor no podía hacer ya… De manera que, para celebrarlo, que mejor que pasar unos días en España, en busca del “fresquito”…

Así que el viernes, me levanté antes del alba para emprender, una vez más, el camino al aeropuerto de Puerto Príncipe. Tras un viaje sin incidentes dignos de mención, nos sumergimos en la vorágine matutina de la capital: miles de coches, motos, camiones y tap-tap atrapados en los atascos y miles de hombres y mujeres caminando hacia sus diarios quehaceres.

Esta vez, mi avión salía a las dos de la tarde, pero quienes me llevaron a la capital tenían reuniones a primera hora, de tal manera que a las ocho de la mañana, ya me dejaron en el aeropuerto… Cuando hice el check-in la chica del mostrador me miro con cara de pena, compasiva, por todas las horas que me quedaban en la terminal. Pero yo iba preparado, con buena literatura y ganas de observar…

Aunque observar, lo que se dice observar, al que observaron bien fue a mi; pues no solo tuve que pasar un control de equipajes y un cacheo sistemático de mis intimidades, sino dos: uno inmediatamente después de otro… No tengo muy claro el sentido de esto. Si no están seguros de que el primero sea “seguro”, ¿por qué no lo mejoran, el lugar de hacer otro idéntico veinte metros después…? ¿Mejoraría la “seguridad” por ponerse dos cascos en la moto, dos cinturones en el coche o dos preservativos… A estos americanos no hay quien les entienda. Cuando compras un billete de avión a o desde Puerto Príncipe, todavía continúa apareciendo una nota que te dice que el aeropuerto no reúne las “necesarias condiciones de seguridad” y que tú viajas allí “a tu cuenta y riesgo…”

La verdad es que el aeropuerto tenía movimiento ese día. Por un lado, varias decenas de soldados estadounidenses volvían a sus casas. Por otro, podían verse diversos grupos de lo que podrían llamarse “misioneros de verano”. Son bastante inconfundibles: están formados por una docena o dos de jóvenes de ambos sexos, de alrededor de dieciocho años, uniformados con camisetas iguales y dirigidos por una pareja o dos de adultos. Se los puede ver por todo Haití viajando siempre juntos, encaramados en la parte de atrás de camionetas, con los rostros iluminados por el convencimiento del apoyo divino a sus “proyectos solidarios”… Viendo estos grupos, junto con los otros grupos de marines y paracaidistas… cada uno con sus uniformes correspondientes, reflexioné sobre cómo los Estados Unidos juegan todas sus cartas para controlar el mundo: unas veces en el nombre de Dios y otras por la Patria…

Fueron varias horas en la terminal, pero exentas de entretenimiento. Por tener, hasta tuvimos un pequeño temblor de tierra… poco más que un suave cosquilleo en los pies… pero, evidentemente, no muy tranquilizador en un aeropuerto donde el edifico de llegadas todavía es un barracón provisional desde enero de 2010…

Desde luego, pude hacer cualquier cosa menos echar una cabezadita…, porque la única vez que estaba a punto de lograrlo, una misionera solidaria no dudo en despertarme, no fuera a ser que el avión que estaba a punto de salir fuera el mío… Muy amable la señora, por preocuparse por mi, pero todavía tenían que salir otros tres antes de que me correspondiera abordar aquel con el que había de comenzar mis vacaciones en España…


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