domingo, 31 de julio de 2011

Mañana de Mercado

Por razones todavía por esclarecer, ha desaparecido mi máquina de afeitar. Los que me conocen un poco saben que no la uso mucho…, pero es un utensilio que me ayuda a mantener una cierta estética.

El caso es que esta mañana me he echado a las calles de Jacmel a tratar de encontrar otra. Era consciente de que no es una tarea fácil.

Las aceras de la ciudad (en los casos en que estas existen, claro) están llenas de hombres y mujeres con mercancías a la venta. En la mayor parte de los casos, ofrecen todo lo que cabe en una pequeña palangana: condimentos, medicinas, champús, cerillas, chucherías…

En otros casos, pequeños locales exponen extrañas mezcolanzas de artículos en la puerta: baldes, equipos de música de segunda mano, ropa usada... Es curioso pero los únicos pequeños comercios especializados que uno puede encontrar en Jacmel parecen ser los de repuestos de automóviles y motos (“autoparts”) y los de ferretería y materiales de construcción (“quincallerie”).

Finalmente, existe otra variedad del pequeño comercio que son una especie de pequeños tenderetes, entre los cuales solo parece haber dos variedades: los de teléfonos móviles y accesorios (cargadores, fundas, baterías…, pero a cientos…) y los tipo “batiburrillo”, donde lo mismo encuentras una plancha, que sandalias, linternas, juguetes, sillas de oficina…, hasta una guitarra eléctrica he visto…

Como novedad, (nunca lo había visto), en una esquina estaba parado un camión, abierto, mostrando su contenido al público interesado: era como una “tienda de chinos” rodante…

Otra peculiaridad del comercio en Jacmel es que los productos, tanto alimenticios como de otro tipo, aparecen por oleadas; tan pronto abundan mucho como desaparecen. Hoy parecía haber una gran oferta en radios y secadores de pelo… Pero no era eso lo que yo buscaba, precisamente…

Cuando ya llevaba varias horas dando vueltas, me encontré con unos amigos; una pareja de ecuatorianos que llevan aquí más tiempo que yo. Tras consultarles, me acompañaron a una tienda que no conocía y donde parecía haber casi de todo… incluyendo un modelo de afeitadora que correspondía exactamente a lo que yo buscaba. El único problema es que no había más que una y estaba, precisamente, en las manos de una señora que se disponía a pagarla en ese mismo momento… ¡No podía ser! ¡Encontrar al fin lo que buscas y que se te lo lleven delante de las narices…! Pregunté a la encargada si recibirían alguna otra en breve y me dijo que sí. El problema es que ya conozco que la base de la cortesía haitiana no es decirte la verdad, sino lo que ellos creen que quieres escuchar…

Bastante frustrado, regresé a mi hotel. A la hora de comer, comenté la situación con la dueña y, ¡oh, maravilla!, ella me ofreció otra solución: su marido tenía un aparato como el que yo buscaba, regalo de su hijo, pero nunca lo utilizaba, de manera que me lo ofrecía en préstamo. Está claro que, lo que uno no quiere, otro lo está deseando…

En cualquier caso, la mañana fue productiva, pues me ha permitido ser mejor conocedor de la oferta comercial de Jacmel.


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