sábado, 16 de abril de 2011

Aeropuertos


En tiempos de la Colonia, un viaje entre las Antillas y las metrópolis europeas, duraba entre dos y tres meses en barco.

Ahora se supone que se puede realizar en unas ocho horas de avión. Sin duda es un gran avance. La ciencia y la técnica han avanzado enormemente en cinco siglos. Aunque, tal vez, nuestra mente, nuestro cuerpo y, sobre todo, nuestra capacidad de adaptación a los cambios no hayan cambiado a tanta velocidad. Por eso, algún cerebro privilegiado, inventó los aeropuertos…

Los aeropuertos están expresamente diseñados para que nos preparemos física y psicológicamente para el shock que podrían suponer para nosotros viajes tan rápidos de un lado al otro del planeta. De esta manera, nos permiten que “nos tomemos nuestro tiempo” para prepararnos ante el cambio. Se nos hace estar, al menos, tres horas antes para que sufridos hombres y mujeres dediquen su esfuerzos a comprobar que todo va a ir bien durante el viaje: algunos/as nos liberan de nuestro equipaje en cuento pueden, (tanto, que a veces “nos liberan” de él para siempre…). Otras personas nos ayudan también a sentirnos “más libres”, y “nos invitan” a despojarnos de chaquetas, cinturones, zapatos, carteras, monedas, teléfonos móviles y otros “lastres”, antes de ser admitidos en la denominada “zona libre de impuestos”… En esta área se nos ofrecen los bienes más ansiados por todo buen/a ciudadano/a: perfumes, tabaco, licores, accesorios de grandes marcas,... A veces pienso que, en nuestra sociedad de consumo, viene a ser como una especie de promesa o adelanto del Paraíso… Sobre todo porque los aeropuertos son lo más parecido que conozco al Purgatorio…

En verdad son zonas más allá del tiempo y del espacio. Conceptos como “hoy” o “ayer”, pierden totalmente su sentido si uno tiene que levantarse a las cuatro de la mañana para hacer un viaje de cuatro horas en coche, chequear el equipaje, esperar dos horas al primer avión, volar otras dos horas, pasar por una especie de examen de “selectividad” llamado “control de inmigración”, recoger el equipaje, esperar tres horas para poder volver a facturarlo, perder otras cuatro horas recorriendo “duty frees”, atravesar de nuevo un control de inmigración…, pasar ocho horas intentando dormir sentado sobre el océano…

Está claro que si el Purgatorio existe será algo así como una enorme terminal aeroportuaria donde, según nuestros pecados se hará pasar más o menos tiempo esperando la ansiada conexión…

Sin duda los aeropuertos están pensados para ponernos a prueba, para que tengamos tiempo de meditar y preguntarnos a nosotros mismos si, realmente, tenemos tantas ganas o tanta necesidad de viajar a la otra punta del planeta…

En mi caso, esta vez, sí que merecía la pena.

No hay comentarios: