sábado, 2 de abril de 2011

Los pequeños placeres de la vida.

Hoy ha amanecido un mañana bastante británica. Cielo nublado y una suave llovizna me han acompañado durante el desayuno.

La tertulia matutina ha versado una vez más sobre la política local. A dos días del anuncio de los resultados de las elecciones presidenciales, mucho temen, una vez más, un nuevo “apocalipsis”. Ambos candidatos a la más alta magistratura del país se dan por ganadores. La diferencia es que uno de ellos ha afirmado públicamente que si no fuera él quien se diera oficialmente por vencedor, ordenará a sus partidarios “pegarle fuego al país”.

Sin duda es una peculiar interpretación de la democracia participativa y del sentido último del sufragio universal… Así que, una vez más, me veo viviendo en un país que no sabemos a ciencia cierta si existirá mañana…, o la semana que viene.

Mientras tanto, trato de aprovechar algunos de los pequeños placeres de la vida. Unos son gratuitos, como tumbarme un rato sobre la hierba a disfrutar de la sombra y la suave brisa que hoy nos regala el, otras veces más áspero, clima haitiano. A mi alrededor transita una abundante población avícola, compuestas por gallinas, pintadas, patos, pavos y un espectacular pavo real, que hoy parece presumir especialmente de su brillantes colores.

Otros placeres tienen un precio, pero normalmente asequible. Anoche compartí mesa y mantel y cervezas en un restaurante con dos compatriotas y paisanos. Dos ingenieros aragoneses contratados para participar en la reconstrucción de escuelas, hospitales y otros edificios públicos. Compartimos anécdotas e impresiones sobre este país que, estuvimos de acuerdo, nunca acabamos de conocer.

Algo más tarde acudí a la Alliance Française donde un veterano artista amenizaba una velada al aire libre, bajo un claro cielo estrellado con canciones en francés y en español.

De vuelta al hotel, me “regalé”, antes de dormir, con una porción de chocolate. Uno de mis escasos vicios, probablemente “confesable”, al que últimamente he vuelto, tras descubrir, al fin, una variedad de esta golosina, antes desconocida para mí, pero que espero poder disfrutar en más ocasiones.

Espero y deseo que la semana que viene no “arda el país”; pero, mientras tanto, trataremos de “no sufrir antes de tiempo”.


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