sábado, 9 de abril de 2011

La vida sigue

Hay días que no pasa nada y otros días en que se acumulan las anécdotas.

Ayer, a primera hora de la tarde, acompañé a una colega cooperante a solicitar presupuesto para la compra de unas semillas. La acompañé porque se trataba de presentarle a uno de nuestros socios locales: una asociación que también se dedica a la venta de insumos agrícolas. Pero lo que iba a ser una siempre consulta comercial se convirtió, inesperadamente, en una conferencia sobre las distintas variedades de patata dulce, según su adaptación al clima, la disponibilidad o no de riego, su precocidad…, sin olvidar, por supuesto, su grado de aceptación en el mercado, en función de las sutiles exigencias del paladar de los haitianos.

Más tarde acompañé a otra colega a visitar lo que un americano que había conocido hacía unos días le definió como “unos apartamentos que estaba terminando de construir”… Ya conocer al tal americano fue toda una experiencia, pues era un personaje realmente esperpéntico; posiblemente fuera buena persona, pero más raro que un perro verde… El caso es que los tales “apartamentos” no eran aún sino un montón de bloques de hormigón. Eso sí, al menos había elegido un buen lugar para edificar, pues tenía unas vistas muy hermosas sobre la bahía de Jacmel.

Poco después habíamos quedado en un chiringuito de la playa para celebrar el cumpleaños de mi primera colega, “la de la patata dulce”. Mientras esperábamos (el tema de “la horita haitiana” es muy contagioso…), tuvimos ocasión de ver como un perro callejero atacaba, sin mediar provocación, a un grupo de niños de ocho o nueve años… Afortunadamente la cosa no fue muy grave, pero cuando atendimos a uno de los muchachos pudimos ver que, además del susto, llevaba un rasguño en un costado, que desinfectamos oportunamente.

Finalmente nos juntamos todos los invitados, (tampoco éramos muchos…) y llegó el momento de la ceremonia de soplar las velitas de la tarta… Sólo que no teníamos tarta, ni velitas ni nada, así que hubo que improvisar remedios de emergencia; nada menos que plantar cinco cerillas en cinco bombones y tratar de aprovechar ese momento fugaz para soplar, pedir deseo, hacer foto y cantar el “cumpleaños feliz”…

Todavía tuve tiempo, antes de irme a dormir de hacer una “visita profesional”: una de las gatas que una amiga tiene en su jardín había tenido gatitos; pero ella estaba preocupada porque llevaban unos días débiles y enfermizos. Fui a verlo aun sabiendo que poco podría hacer por ellos, pues no dispongo de ningún tipo de medicamento veterinario, ni es fácil conseguirlos aquí. El caso es que pasamos un rato buscándolos con una linterna por el jardín, pero no aparecían. La madre gata no parecía muy interesada en colaborar así que, al final, tuvimos que desistir. Esta mañana me llamó la afligida dueña para comunicarme que habían aparecido, pero, tristemente, ya muertos.

Hoy, la vida sigue en Jacmel.

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