lunes, 25 de octubre de 2010

Destino Haití. Capítulo 5: Jacmel


Jacmel no es Puerto Príncipe. Pero Jacmel es Haití y también sufrió mucho los efectos del terremoto del 12 de enero de 2010. En esa fecha, la ciudad estaba a punto de ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero el temblor, e incluso un pequeño tsunami posterior, la castigaron duramente.

Fundada por los franceses a finales del siglo XVII, llegó a ser uno de los más importantes puertos cafeteros en el siglo XIX. La riqueza de sus comerciantes adornó la ciudad hasta hacerla parecer un pequeño New Orleans.

Por desgracia, ahora mismo cuesta bastante encontrar esa legendaria belleza. He recorrido a pie sus calles. Muchas están todavía gravemente dañadas con socavones y zanjas. Montones de escombros y basura abandonada por cualquier lugar son compañeros ineludibles de cualquier paseo por el Jacmel de ahora mismo.

Sin embargo, la ciudad, tradicional cuna y refugio de los artistas haitianos, parece no querer rendirse. Tras el terremoto, cuando los ojos del mundo se fijaron en Puerto Príncipe, nadie se acordó de Jacmel, que quedó aislada de la capital. Pero los alumnos de su Escuela de Cine salieron a la calle, cámara en mano, para comunicar al resto del mundo lo que aquí estaba pasando. Semanas después, esos mismos artistas ofrecieron sesiones de cine en los campos de refugiados para contribuir a paliar los efectos psicológicos de la catástrofe, a menudo olvidados por los programas de ayuda internacional.

Además, mientras la ayuda llegaba, organizaciones locales como CROSE se ponían al frente de las tareas de emergencia a través de grupos de voluntarios de la ciudad. Posteriormente, estas mismas entidades locales fueron las que sirvieron como ayuda inestimable a las ONGs internacionales para canalizar la ayuda humanitaria y las que diseñaron y comienzan a ejecutar gran parte de los proyectos y programas de desarrollo post-emergencia.

Sin embargo, en escuchado algunos comentarios al respecto de que este sentimiento de solidaridad, de compañerismo de las primeras semanas tras el terremoto parece que tiende a transformarse, poco a poco, en un “sálvese quien pueda”. Una de las razones podría ser la cercanía de las elecciones que está previsto que se celebren el próximo 28 de noviembre, sin haber cerrado aún tantas y tantas heridas, físicas, pero también psicológicas, morales e incluso culturales.

Reitero que quiero pensar que Jacmel no se rinde. Llevo pocos días aquí, pero he podido comprobar que del infierno al paraíso puede haber sólo unos pasos. Sin duda, son pasos duros de dar entre montones de escombros y basura. Pero el esfuerzo merece la pena, y estoy seguro que muchos hombres y mujeres de este lugar están dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para ser dueños y artífices de un futuro mejor.

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