La última visita a Puerto
Príncipe me ha permitido comenzar a imaginar cómo fue esta ciudad antes del
terremoto del 12 de enero de 2010.
Hasta ahora solo la había cruzado
para ir o para volver del aeropuerto. Pero esta vez tuve la ocasión de de
atravesar su “centro histórico”…, o
lo que queda de él.
Calles porticadas, edificios
históricos, comercios “de prestigio”, todo eso y más pude entrever. Con los
ojos del cuerpo, pero también con los ojos de la imaginación…
Las cicatrices de esta ciudad
todavía son muchas. Muchas y muy grandes. No es que la reconstrucción no haya
empezado, es que casi no se ha comenzado a desescombrar…
Alguien me decía hace unos días
que, para muchos, ese montón de escombros puede ser la única escritura de
propiedad que puede presentar para demostrar que alguna vez tuvo una casa. Y
por eso se resisten, todavía a retirarlos.
La mayor parte de los registros y
archivos oficiales se perdieron también el aciago día del seísmo. Resulta
todavía difícil ser consciente del trauma que ha supuesto todo eso para este
país. Más allá incluso de las ingentes pérdidas humanas y materiales está la
pérdida casi total de la historia, de la identidad social y cultural de la
capital de una nación.
Pero hoy he podido, fugazmente,
visualizar cómo fue Puerto Príncipe, y creo poder afirmar que, pese a todo,
también tuvo un cierto encanto.
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