He descubierto que ha vuelto a
funcionar la oficina de Correos de Jacmel. Una de las primeras cosas que
pregunté al llegar aquí fue si se podían enviar cartas desde aquí.
Las cartas han sido muy
importantes en mi Vida. No las del Tarot, que no he consultado nunca, sino esas
cosas, que ahora parecen tan exóticas, compuestas de un folio escrito, un sobre
donde se mete lo anterior plegado y un sello que se pega encima del conjunto…
Se me dijo que no, que aquí no
había servicio de Correos. Y, en efecto, en una de mis primeras excursiones por
el centro de Jacmel, encontré lo que había sido la oficina de Correos, pero
cerrada y en una de las zonas cuyos edificios fueron más dañados por el
terremoto del 12 de enero de 2010.
Sin embargo, en la puerta de ese
mismo edificio, ahora hay un minúsculo cartelito que la oficina de Correos se
ha trasladado a un edificio cercano. Pregunté a un vecino y enseguida me
indicó. Ahí estaba; atravesando una avenida, tras la verja de una de las
grandes mansiones con jardín venidas a menos, testimonio de un pasado lejano y
¿glorioso?
En la misma verja de entrada me
atendieron casi al unísono dos funcionarias, vestidas con trajes de chaqueta
oscuros; pulcras, formales, tan idénticas en todo que costaba distinguirlas.
Cuando les dije que quería enviar una carta me dio la sensación de que se
alegraban. Cogieron mi carta, la sopesaron en la mano y calcularon el precio
con seguridad de expertas. Después, me acompañaron a su oficina.
La oficina de Correos de Jacmel
es ahora una tienda de campaña con una minúscula vieja mesa de madera por
mostrador. Las funcionarias fueron sacando de pequeñas y ajadas carpetas los
sellos necesarios. Sellos que tuvieron que pegar con cola. Cola que tuvieron
que raspar del fondo de un viejo bote casi agotado. Con sumo cuidado colocaron
los sellos. Después, de una pequeña bolsa de plástico sacaron el aparato para “matar” los sellos... Tras culminar el
ritual, nos despedimos los tres con vivas muestras de simpatía. En el fondo,
creo que nos reconocimos como miembros de una antigua secta, casi extinguida,
en los tiempos de internet, los mails y los “smartphones”…
Me dio la impresión de que mi
carta era la única que se recogería ese día. No tengo ni idea de cuánto tardará
en llegar. Pero debo confesar que el paso por la oficina de Correos de Jacmel
me resultó lo más enternecedor que me ha ocurrido en mucho tiempo en esta
ciudad.
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