martes, 3 de mayo de 2011

La botella

Durante este fin de semana he tenido varias conversaciones con diferentes personas sobre temas muy parecidos: lo que podemos y lo que no podemos hacer.
En el fondo es el viejo tema de la botella medio llena o medio vacía.
A menudo dedicamos mucho tiempo y energía a analizar, muy detalladamente, todas nuestras limitaciones. Hay montones de cosas que no podemos hacer. Algunas porque no sabemos, otras porque no tenemos dinero e incluso unas pocas porque ya no somos tan jóvenes y ya no tenemos la salud, la fuerza o la energía necesaria y quizá no podemos. En ocasiones, incluso podemos llegar a “presumir” de nuestros achaques, llegando incluso a “regodearnos” en ellos.
Sin embargo, sea cual sea nuestra edad, sexo o condición social, hay millones de cosas que podemos hacer, tantas como seamos capaces de imaginar, tantas como seamos capaces de crear. Nuestras potencialidades son, sin duda, casi infinitas.
¿Por qué entonces nos empeñamos en fijarnos solamente en aquello que, por lo que sea, no podemos hacer?
Una persona de una cierta edad quizá ya no puede hacer lo mismo que una joven; pero, por el contrario, posee la experiencia, el conocimiento, la capacidad de dedicarse a actividades que ningún joven podría realizar; al menos, todavía.
Alguien que ha perdido su empleo tal vez pierda parte de su ritmo de vida, sus relaciones sociales o su “capacidad de compra”; pero quizá puede aprovechar ese tiempo del que ahora dispone para plantearse algún giro en su trayectoria personal o profesional; o, simplemente, podrá, durante un este periodo de “transición”, dedicarse a hacer esas cosas que siempre quiso hacer y para las que nunca “tenía tiempo”.
Una persona a la que vida le ha sorprendido con una grave enfermedad quizá tenga que plantearse, como me escribía una amiga esta semana, “abandonar la odiosa costumbre de hacer proyectos”; pero, en compensación, quizá tenga una oportunidad valiosísima de saborear la Vida gramo a gramo, “poner a ventilar sus pensamientos” y compartir esa hermosa lucidez con todos los que le rodean.
Hace muchos años leí un hermoso libro, “La historia interminable” de Michael Ende (por favor, no confundir con la lamentable película que se hizo sobre él) en el que se afirmaba que todo lo que uno necesita hacer para ser feliz en la Vida se puede resumir en cuatro palabras: “Haz lo que quieras”.
Siempre he pensado que esto es mucho menos simple de lo que puede parecer a primera vista. Estoy convencido de que si consiguiéramos hacer cada uno lo que realmente queremos en cada momento, sin fijarnos en nuestras limitaciones, sino desarrollando nuestras potencialidades, no solo seríamos felices, sino que además lograríamos hacer felices a todos los que nos rodean.
Para ello, quizá lo primero que tendríamos que hacer es saber quiénes somos realmente, y no sólo qué papel estamos interpretando.

No hay comentarios: