sábado, 14 de mayo de 2011

Primera noche en Bainet


Esta semana estuve de nuevo de visita de trabajo en la zona de Bainet. Durante un par de días pude comprobar los avances de los trabajos realizados en agricultura, reforestación y protección del medio ambiente. Como ha llovido mucho en el último mes, todo el campo haitiano está mucho más verde y más bonito.

El viaje, como de costumbre, fue largo y “movidito”, los ríos han comenzado a crecer y, como en varios tramos el “camino” va por el lecho del río, en ocasiones solo la experiencia del conductor le permite entrever cuál es la ruta a seguir.

El tiempo se portó bien conmigo. No llovió; no hizo demasiado calor; e incluso, en ocasiones, una suave brisa nos acariciaba. No obstante, eso no evitaba que sudara. Sudé muchísimo. A veces, de una manera escandalosa. Como se suele decir, “como un gorrino”… Sobre todo, porque caminar por “la campiña haitiana” es un ejercicio muy parecido al alpinismo… Los caminos trepan por pendientes inconcebibles, casi verticales. En esas condiciones, uno no sabe qué es peor, si subir o bajar. Para añadir un poco más de emoción, el terreno suele estar constituido por un polvo muy, muy fino, bastante resbaladizo cuando está húmedo; un tanto peligroso para pies no acostumbrados… Pero, afortunadamente, durante todo el recorrido siempre tuve cerca “un ángel de la guarda”, atento siempre a todos mis traspiés…

La visita incluyó, además, un encuentro con “agentes veterinarios”, un grupo de hombres y mujeres interesados en trabajar en sanidad animal y que han recibido alguna formación al respecto con fondos de uno de los proyectos en los que trabajo. En esta reunión tuvimos ocasión de compartir nuestras diferentes visiones de qué significa trabajar con animales en el medio rural. Al principio, de una manera un poco más formal, pero, como ocurre en cualquier lugar del mundo donde se juntan dos o más “veterinarios”, terminamos contando las típicas anécdotas de la profesión. “pues yo tenía una vaca de parto…”, “pues a mí me llamaron con un ternero que…”

Durante estas jornadas, tuve ocasión también de disfrutar de la hospitalidad rural haitiana. Las familias son muy pobres, sus casas son muy modestas y sus recursos son muy escasos. Pero siempre hay la posibilidad y la amabilidad de ofrecer al sudoroso extranjero un poco de agua de coco para aliviar sus “penurias” y que pueda refrescarse a la sombra.

Al caer la noche, pude disfrutar de un momento muy especial. Mientras me bañaba con un cubo a la luz de la luna, llegaba hasta mí el sonido de una música con resonancias africanas. Se trataba de una reunión, entre religiosa y festiva, pero que resultaba una incomparable “banda sonora” para esa primera noche en Bainet.

Al día siguiente, de camino a una de las zonas de trabajo, nos detuvimos en un típico mercado rural. Suelen estar situados en cruces de caminos o, como en este caso, a la orilla de los ríos que sirven de límite a los distritos. Los puestos no son sino simples techos de paja, en los que la verdad, en muchas ocasiones a mí me resulta muy difícil saber qué se vende realmente o quiénes son los compradores y quiénes son los vendedores. Pero, para los ojos expertos de mis guías haitianos siempre es posible encontrar cualquier cosa, incluso un taller de reparación para la rueda que habíamos pinchado…

En otro cruce de caminos, nos encontramos con un grupo de escolares. Muchos. Decenas de niños y niñas, vestidos con sus pulcrísimos uniformes esperando no sé muy qué. Nos tuvimos que detener unos minutos, durante los cuales nos quedamos mirando los unos a los otros. Por mi mente pasó, al instante, la responsabilidad que supone poder colaborar, aunque sea mínimamente, a alimentar a esa nueva generación, así como tratar de proporcionarles, de alguna manera, una pequeña luz de esperanza en el futuro.

La vida es dura en al campo. Lo es en todos los países. Siempre pendientes del cielo. De que llueva, de que no llueva; de que no llueva mucho; de que llueva a su tiempo… Pero aquí, en Haití, la situación es aún más delicada. Más del 70% de los hombres y mujeres de este país dedican a su vida a la agricultura. Una agricultura muy básica todavía y que no recibe ningún apoyo del estado haitiano, y muy pocos del exterior. Técnicamente se la denomina “agricultura de subsistencia”. Pero casi nunca nos paramos a pensar qué significa eso realmente: si algo va mal, (sequías, inundaciones, huracanes…) el esfuerzo de tantos hombres y mujeres no dará los esperados y merecidos frutos, y su subsistencia, así como la de sus hijos e hijas, se verá seriamente comprometida…

Miremos al cielo. Sin duda de ahí dependen todavía muchas circunstancias que todavía no podemos controlar. Pero también, mientras tanto, no está de más que trabajemos, en la medida de nuestras posibilidades, en la tierra.


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