jueves, 26 de mayo de 2011

Tea Bag

De un tiempo a esta parte, parece que a todos los suecos les ha dado por escribir novelas policiacas. Henning Mankell, sin embargo, empezó hace muchos años.

En 1991, nos presentó al inspector Wallander, el más humano de todos los investigadores policiales que conozco en la literatura. Un personaje que sus seguidores conocíamos incluso en sus detalles más íntimos, incluyendo su historial médico, hasta que hace unos años su figura se fue difuminando en las nieblas de Escania. Su presencia, sin embargo, nunca podrá abandonarnos.

En “Tea Bag”, la que hasta ahora es la última novela de Henning Mankell, el autor se caricaturiza a sí mismo, a la vez que deposita su mirada cínica sobre el panorama literario sueco. “Tea Bag”, en principio, es la historia de un poeta de mediana edad en decadencia, al que su editor intenta convencer de que es escriba, (¿por qué no él también?...), novelas policiacas. Pero, sobre todo, es la historia de unos seres cuya existencia ni sospechaba: los inmigrantes ilegales, unos seres invisibles para la mayor parte de la población, pero con los que nos cruzamos día a día en nuestras calles.

En el libro, tres muchachas inmigrantes, de diferentes lugares, van desgranando poco a poco su historia ante los atónitos oídos del poeta. Él descubre que cualquier ficción que él sea capaz de escribir palidecerá ante los relatos de estas jóvenes. En ellos hay poesía y oscuras tramas de novela negra; pero, sobre todo, el deseo de ser escuchadas y de ser reconocidas como seres humanos, de salir de su “invisibilidad”, de convertirse en seres de carne y hueso, con sueños y anhelos.

Ante todo eso, el resto de los personajes “visibles” que rodean al poeta, “alter ego” de Mankell, (su pareja, su madre, su corredor de bolsa…) nos parece esperpentos; mucho menos reales que las “muchachas fantasma” que deben pasar la mayor parte de su vida escondiéndose del resto de la población “con papeles”.

Desde luego, “Tea Bag” no responde a los cánones actuales de la novela negra escandinava, como Henning Mankell no es fácil de encajar en el arquetipo del escritor de novelas policiacas. Quizá por eso, desde hace varios años reside en Mozambique, donde dirige una compañía de teatro que ofrece ilusión y posibilidades de futuro a ex niños-soldado y niños de la calle.

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