Siempre he pensado que si algo no puede faltar en la vida es el Humor. Creo que todas las situaciones pueden tener su lado gracioso.
Muchas veces no es fácil encontrarlo. Tampoco es algo tan evidente. Hay que tener una cierta predisposición. Incluso a veces hacer un gran esfuerzo. Pero, sin duda, merece la pena.
Los momentos de mi vida en los que me he sentido peor han sido aquellos en que las circunstancias que me rodeaban me agobiaban tanto que no me sentía con fuerzas de detenerme unos minutos para reflexionar y hallar el lado cómico de la situación. Siempre puedes conseguirlo. De hecho, con el paso del tiempo, puedo recordar incluso las situaciones más trágicas de mi vida (que tampoco han sido tantas, afortunadamente) desde un punto de vista humorístico.
Fui educado en los estertores del franquismo en un colegio público, pero donde los maestros eran fieles seguidores del nacional-catolicismo. Su sentido trágico de la vida y del destino sagrado era, ya bajo mi punto de vista infantil, bastante cómico, (un profesor se declaraba, sin rubor, "católico, apostólico y románico"). Quizá en consecuencia, cuando llegó el momento, tan de la Transición, de abrazar una causa ideológica, yo me declaré, sin duda "marxista-grouchista". Para mí, Groucho Marx ha sido uno los más grandes pensadores del siglo XX. Tal vez por eso nunca llegué a tomarme en serio mi carrera política, pues, como él, "nunca aceptaría pertenecer a un club que me aceptara como socio"... Por eso, y porque creo que muchos partidos políticos ya empiezan a parecerse al "camarote de los hermanos Marx":
En cuanto a la religión, tampoco estoy seguro de que las extensas clases de Historia Sagrada, los concursos de Catecismo, las flores a María o los rosarios de los viernes, hicieran mucho efecto en mi espíritu burlón.
De todos modos, durante mucho tiempo, me he adherido a una anécdota apócrifa, atribuída a don Luis Buñuel. Se supone que, tras vivir muchos años en Francia, le propusieron hacerse protestante, a lo que él repuso: "No creo en la religión Católica, que es la única y verdadera, ¡como para hacerme de otra!"
Ahora, sin embargo, si me veo obligado a confesar mi religión, me declararé "luthierano".
Les Luthiers fueron un amor de juventud. Recuerdo que mi grupo de amigos del instituto se reunía para escuchar alguno de sus discos. Y, pasados más de 25 años, aún podemos recitar pasajes enteros de sus obras.
Con el tiempo, ese amor de juventud se ha convertido en devoción profunda. Pocos grupos (sectas, diría alguno) se han mantenido firmes durante tantos años en sus principios: hacer reír, pero hacerlo con el sudor de sus frentes, con esfuerzo y buscando la perfección, el encaje exacto de cada frase, de cada palabra, de cada expresión.
Difícil elegir una obra que los represente; pero una que nunca he podido olvidar, especialmente durante mis experiencias en Sudamérica, es ésta:
Ahora mismo estoy leyendo, "Les Luthiers, de la L a la S", un libro que recomiendo, sin dudar, a cualquier "correligionario", para profundizar más en la fe y la adoración a estos "santos varones".
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