Nos pasamos el tiempo poniendo verdes a nuestros gobernantes. Ya sean jefes, alcaldes, presidentes de gobierno o de la comunidad (autónoma o de vecinos).
Ellos son los culpables de todo lo malo que nos sucede, porque ellos son los que dictan las normas y las leyes que rigen nuestras vidas y haciendas.
Pero, ¿son realmente ellos los que mandan?Ellos son los culpables de todo lo malo que nos sucede, porque ellos son los que dictan las normas y las leyes que rigen nuestras vidas y haciendas.
Durante los últimos días asisto con estupor a un espectáculo curioso pero también inquietante.
Los presidentes de las naciones mas poderosas de la tierra, desde los Estados Unidos a la Unión Europea, están pidiendo a los bancos que, por favor, si no es mucha molestia, limiten el sueldo de sus altos ejecutivos. Estos, tras escucharles con displicencia, les dicen que "va a ser que no".
¿Quien tiene mas poder realmente?
Estos mismos directivos y ejecutivos son los que, hace un año, pidieron a los gobiernos"una ayudita", para salir de la crisis que su insaciable codicia había provocado. Si no se les concedía esa merced, nos amenazaban con los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Una vez cobrada la "ayudita" de cientos de miles de millones (alguien es capaz de imaginar cifras así), no han tenido rubor en declarar que una parte importante se la han repartido en "bonus", o sea permiso a su excelente gestión...
Los poderes del mundo cambian. La mayoría de los ciudadanos ya no somos creyentes. Ya no nos aterrorizan las amenazas del infierno que, cada mes o mes y medio blande la Conferencia Episcopal. No vamos a Misa, ni bautizamos a nuestros hijos. Pero, ¿quien de nosotros no tiene que pasar, al menos una vez en la vida por el confesionario?. Aunque, ahora, dentro ya no esta el señor párroco, sino el director del banco.
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