Me llama la atención la seriedad del concurso, que establece, con exactitud, el peso y la composición de las albóndigas objeto de la ingesta, incluyendo sus aditivos y el tipo de aceite de la fritura.
Supongo que lo que se trata es de buscar una progresiva profesionalización de los participantes, que deben pasar meses "entrenando" en sus casas antes de sentirse preparados para enfrentarse a la prueba.
Este años, el primer clasificado lo fue tras ingerir 67 albóndigas. Aunque no pudo superar el record, establecido desde 2007 en 95 unidades.
Mi afición a las matemáticas me lleva a calcular que esa marca supone haberse metido, entre pecho y espalda 2,375 kilogramos de albóndigas; aparte de, como especifican las bases del concurso, cuanta agua, cerveza, vino tinto y/o cerveza haya sido menester para "ayudar".
Echo de menos, sin embargo, "una miajica pan", como decimos en mi pueblo, para empujar...
Finalmente, señalar que esta modalidad deportiva sigue siendo fundamentalmente machista, puesto que la primera mujer clasificada, no pudo más que con unas insignificantes 30 albóndigas.
Está claro que emprendemos el nuevo curso político, escolar y laboral con renovadas energías, dispuestos a tragar con lo que sea...
Por cierto, hablando de tragar con "ruedas de molino", para animar el concurso del próximos año, tal vez se podría contratar a los cocineros del Hotel Ritz Carlton de Cancún, que, desde el 4 de agosto tienen el record Guiness de la albóndiga más grande del mundo: 49,5 Kg.
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