miércoles, 10 de noviembre de 2010

La prima

Ayer hablaba de la simpatía de los niños con los que me encuentro. Hoy tengo que hablar de otro tipo de “simpáticos”.

La escena de hoy ya me había ocurrido antes, con ligeras variaciones. Salí a hacer unos recados al centro de Jacmel. A la vuelta se puso a llover con violencia tropical y me refugié en un porche para esperar a que escampar. Al poco rato, entro un tipo a protegerse de la lluvia también en el mismo porche. Sonriente, bien vestido. Enseguida comenzamos a hablar. Me preguntó de dónde era y en qué trabajaba. Me contó que había estudiado Derecho, pero que la vida es dura en Haití y que no encontraba empleo. Al instante, lo obvio; “no

podría usted encontrarme un trabajo”. Tuve que explicar lo que no siempre resulta fácil de hacer comprender. En mi trabajo aquí jamás me encargo de contratar a nadie. Son nuestros socios o “contrapartes” locales los responsables de hacer eso, de acuerdo con los objetivos del proyecto de que se trate.

Hasta ahí, “lo normal”. Lo que ya no me pareció tan normal, aunque debe de serlo, por la tranquilidad con que lo dijo, es que, tras un momento de reflexión, me preguntara: “¿Y no quiere usted tener una amante en Haití? Porque tengo yo una prima…”

El turismo sexual no es nuevo en Haití. Películas como “Vers le Sud” reflejan como en los años 80, durante la dictadura de los Duvalier, se convirtió en uno de los “negocios” nacionales.

Indudablemente la vida es dura en Haití. Queda mucho por hacer, mucho por reconstruir. Muchas organizaciones, muchas personas, estamos aquí para colaborar, aunque sólo sea un poco, a que el pueblo haitiano sea de nuevo dueño de su destino, como decidió serlo en 1804. Entonces decidieron liberarse de la esclavitud de una potencia colonial. Ahora, posiblemente, deban liberarse también de otras esclavitudes, de otros sometimientos.


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