miércoles, 24 de noviembre de 2010

Profesor de francés


Siempre dicen que la política hace “extraños compañeros de cama”, pero el trabajo en cooperación internacional al desarrollo también ofrece escenas curiosas, sin duda.

En el hotel donde estoy viviendo se alojan también dos coreanos. Son policías que forman parte de la MINUSTAH, la misión de Naciones Unidas para la estabilización de Haití. Uno de ellos creo que ha visto muchas películas, porque a menudo acude a desayunar en chanclas, con camiseta y bermudas, pero con la pistola al cinto. El otro es un poco más “normalito”.

Este último se me ha acercado esta mañana muy sonriente a pedirme un favor. Llevaba en la mano una Nintendo DS, uno de esos aparatos con el que juegan nuestros niños y adolescentes españoles. Pero él no quería mostrarme ninguna novedad en juegos de consola, ni que le ayudara “a pasar una pantalla”. El hombre utilizaba la maquinita para aprender francés… me ha preguntado, en inglés si yo conocía el idioma, pues tenía algunas dudas de pronunciación. Me he asomado a la pantalla y he visto un inmenso laberinto de caracteres orientales, entre los que, casi perdidas, aparecían algunas letras reconocibles. Y ahí nos hemos pasado una rato, intentando discernir las diferencias entre la pronunciación de la “k” y la “g” o la “f” y la “v”. Cuando hemos llegado a los matices entre las diferentes “a” del francés, le he tenido que explicar que es que yo soy español y tengo muy metido en la cabeza lo que me enseñaron en parvulitos, que las vocales son cinco: a, e, i o, u, y ninguna más…

El hombre me ha dado las gracias y se ha ido muy sonriente, pero yo no he podido evitar acordarme de otra cosa que me decían uno de mis maestros de pequeño: “Si un ciego guía a otro ciego…, ambos caerán al abismo”.

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