domingo, 14 de agosto de 2011

La cabra tira al monte

Este viernes hubo otra vez “celebración” en Bainet. Algunos me comentan que parece que aquí no trabajamos y que solo vamos de fiesta en fiesta. Bueno, esta vez se trataba de celebrar todo lo que han trabajado juntos los hombres y mujeres de Bainet, con el apoyo de algunos técnicos, tanto locales como extranjeros. En cualquier caso, este país tan sufrido, o tan “resiliente”, como gustan de decir los técnicos, ama las celebraciones…

Se trataba de hacer un balance de nueve meses de trabajo y de hacer entrega de cabras y útiles agrícolas a algo más de un centenar de familias.

En primer lugar, los “agentes veterinarios”, hombres y mujeres que se han formado para apoyar a sus vecinos en la crianza del ganado, realizaron la revisión y desparasitación de los animales antes de su entrega. Sentí una especial satisfacción de poder compartir con algunos de ellos, pequeñas enseñanzas, o “trucos del oficio”, adquiridos con la experiencia…

Después nos trasladamos al local alquilado para la “celebración”. La verdad es que el local, tanto en su aspecto exterior, como en su decoración interior, resultaba digamos “un tanto sospechosa”… ¿Se imaginan celebrar una asamblea de vecinos en el “Club Venus”…? Pues algo así parecía… Solo la presencia del “pastor” (no el de las cabras, sino el “representante del sector religioso”…), me tranquilizó un poco respecto a la “honestidad” del local del evento…

El acto central transcurrió como de costumbre… Es decir, demasiado largo, protocolario y, a ratos, soporífero… (Para mi vergüenza, alguna cabezadita ya di…). Tras la oración y el himno nacional, “palabras de circunstancias” de todas las autoridades e instituciones presentes…; incluso yo mismo tuve que improvisar un discurso, agradeciendo a tantos hombres y mujeres su esfuerzo por dejar un país un poquito mejor para sus hijos.

Posteriormente se celebró un sorteo de los animales a distribuir y se hizo entrega a los agentes veterinarios de un kit de herramientas para desarrollar su tarea.

Tras la comida, nos dirigimos todos al recinto donde habíamos dejado a las cabras ya desparasitadas y numeradas… para encontrarnos que habían montado un lío respetable… Se habían quedado atadas por parejas formando lotes, pero en el rato que las habíamos dejado solas no se habían estado quietas, claro, ¡son cabras!; de manera que la mayor parte de las cuerdas se habían enredado y ríase usted del famoso “nudo gordiano”… Al final, como en la leyenda, tuve que hacer de Alejandro Magno con mi navaja suiza y liberar a algunos animales que se encontraban especialmente en problemas…

Finalmente, no hubo que lamentar “desgracias caprinas” y solo unas pocas, muy leves, personales (cornadas de machos cabríos inquietos, sobre todo).

Del viaje de regreso, con nuestro “chófer oficial”, ¿qué decir? Si llegamos todos enteros y el coche se podrá volver a utilizar, puede decirse que fue un éxito…


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