viernes, 19 de agosto de 2011

La piscina del cónsul

Hace unos días tuve ocasión de conocer un curioso rincón de Jacmel. Se trata de una casa del centro histórico de la ciudad, en su prestigiosa “rue du Commerce”. Esta era la calle donde, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, se establecieron los más ricos comerciantes de la ciudad.

La casa en cuestión, como es lógico, había ido teniendo diferentes propietarios. El último fue el cónsul de los Estados Unidos en Jacmel.

El terremoto de enero de 2010 fue especialmente cruel con el centro histórico de Jacmel, que quedó prácticamente arrasado. Esta casa, como otras tantas, es, todavía, un espeluznante reflejo de los terribles acontecimientos de ese aciago día.

Sin embargo, la casa es también reflejo de una historia de decadencia progresiva. El seísmo culminó un proceso que ya había comenzado hacía décadas. Fue el remate final de un proceso degenerativo de la ciudad; tal vez de todo un país.

Causas, culpables, responsables… pueden encontrarse mucho. Aunque creo que en estos momentos lo más importante sería buscar, más bien, soluciones, proyectos, ilusiones…

La casa del cónsul casi no existe ya sino en nuestra imaginación. La naturaleza ha comenzado a tomar posesión de su jardín. Árboles poderosos y flores exuberantes arrancan de entre sus baldosas y cubren sus paredes. El cielo hace de techo; claro, luminoso, ardiente.

De los esplendores pasados, de las veladas entre “gente bien”, solo queda su piscina, con cierto aire romano. Un hotel vecino ha decidido restaurarla. Solo la piscina. No, por ahora, el resto de la casa. Así, por un “módico” precio, uno puede, cerrando los ojos, sentirse tal vez, por un día, cónsul honorario o rico comerciante, en una ciudad que ya no existe.


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