sábado, 27 de agosto de 2011

Conversaciones con mi jardinero

El argumento de esta película podría resumirse en pocas palabras. Dos compañeros de colegio se vuelven a reunir al cabo de muchos años. Uno es artista; un pintor reconocido que vuelve a su pueblo, a la casa de sus familia, tras toda una vida en París. El otro es un ferroviario jubilado que casi no ha salido nunca de su pueblo, y que ahora se dedica a trabajar como jardinero. El pintor necesita un jardinero y esta circunstancia provoca el reencuentro.

Un argumento sencillo, pero tal vez no se necesita más que eso, y mucha sensibilidad, para hacer una película profunda y emocionante.

Para mí es un reflejo de cómo dos maneras muy diferentes de entender de la Vida, de enfrentarse al mundo, pueden confluir en torno a una mesa, conversando, tomando café (o té). Cómo la felicidad cada uno puede encontrarla en cosas muy distintas, pero puede ser mayor si tratas de compartirla con los demás. Esa felicidad que puede hallarse en la cosas más sencillas o en la tareas más elevadas, pero que hemos de saber reconocerla y aferrarla con fuerza cuando aparece ante nosotros.

También es una expresión, quizás, de que cada uno interpretamos un papel en el teatro de la Vida. Unos son aparentemente más importantes que otros, sí, mas son los que nos tocan a cada uno. Pero la Vida, a veces, nos da también la oportunidad de hacer otras cosas, de dedicarnos, además, a otras vocaciones, intereses o habilidades que pueden ser la diferencia entre tener una Vida plena o no tenerla.

Seguramente no es una película con grandes frases para recordar, pero sí es una película que transmite toda una serie de sentimientos, como la amistad y la ternura, así como una serie de valores, como el gusto por las cosas bien hechas, la sinceridad…

Creo que intenta, finalmente, enseñarnos a apreciar toda la grandeza que puede residir en las cosas sencillas.


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