domingo, 12 de diciembre de 2010

Pequeñas contradicciones de Jacmel.


Acabo de escribirle a un amigo que realmente, para bien y para mal, este es un país donde "todo se guisa" en Puerto Príncipe y las ciudades pequeñas, como Jacmel, se ven mucho menos afectadas por las convulsiones políticas que están castigando, aún más, este país. De modo que mi vida aquí se desarrolla con toda la normalidad que se puede esperar de un entorno tan imprevisible como éste.

Este entorno imprevisible se refleja a veces en las pequeñas, o grandes, contradicciones que uno se encuentra a su alrededor.

En el local donde estaba comiendo me di cuenta de que, en la mesa del al lado, un muchacho de unos quince o dieciséis años estaba manejando un iPad. Se trata de un chisme electrónico de última generación, bastante aparatoso, y con un precio de entre 500 a 700 euros.

Pocos minutos después salí del local camino de mi hotel. A los pocos metros, un señor, arrugado por la edad y el trabajo, tenía expuestas dos puertas. Las vendía. Ignoro si eran las de su casa o las había fabricado él y esperaba, pacientemente, que pasara alguien que necesitara precisamente ese tipo de puertas y de esas medidas.

Estoy casi seguro de que los dos protagonistas de esta pequeña historia no eran parientes, Pero los dos son haitianos y viven en Jacmel.


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