domingo, 27 de febrero de 2011

Con las manos


Esta mañana he pasado junto a un par de jóvenes que estaban afanados en la dura tarea de desmontar un coche achatarrado a martillazos. No lo hacían por gamberrismo o por liberarse del stress, sino para ganarse la vida. Los trozos de metal que obtengan los venderán o, quien sabe, se convertirán en artesanías.

Por otro lado, el principal eje de Jacmel, la avenida Barranquilla, está siendo objeto de una curiosa “remodelación temporal”. Con motivo de los desfiles de carnaval, las fachadas de las casas son cubiertas con otras de madera, construidas y decoradas solo para estos días. Vendría a ser como “disfrazar” las casas. Todo esto, por supuesto, se hace a mano, por carpinteros y artesanos locales.

La polémica de estos días en Haití gira sobre si resulta “moral” o no dedicar varios millones de de dólares a las celebraciones de carnaval, cuando queda tanto por hacer en la reconstrucción del país. Pero más allá de eso, lo que me plantean estas dos imágenes es como los haitianos son capaces de hacer muchas cosas por sí mismos, con sus propias manos.

¿Qué soy yo capaz de hacer con mis manos? ¿Qué hago con ellas, de hecho, al cabo del día? Pues creo, sinceramente, que poca cosa. Mi trabajo me hace pasarme el día escribiendo, pero si alguna vez lo hago a mano, a duras penas soy capaz de entender mi letra al día siguiente. De hecho, pertenezco a un grupo cada vez más grande gente que, con sus manos, solo sabe apretar teclas… Y de hecho, para eso nos sobran dedos incluso.

En estos tiempos en los que apretar una tecla puede declarar una guerra mundial, hundir la economía de un país o provocar una subida generalizada del precio de los alimentos básicos, creo que deberíamos replantearnos el verdadero valor de los trabajos manuales. Reconocer la importancia de esas manos que crean cosas; sean artesanías, comidas, casas o huertos.

Aunque a algunos, como a mí, nos cueste creerlo, puede que haya vida más allá de un teclado…


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