sábado, 19 de febrero de 2011

¿De qué tengo cara?

Esta escena me ha ocurrido ya varias veces en Jacmel, con ligeras variaciones.

Hoy, cuando volvía de la oficina, se me ha acercado un joven muy amable y sonriente y ha comenzado a hablarme en inglés. “¿Qué tal? ¿Cómo está?” y todo eso. Enseguida me ha preguntado, “¿es usted americano?”. Al contestarle que no, que era español, se ha mostrado un tanto desilusionado y se ha despedido. Creo que a pesar de la influencia francesa en muchas cosas, los jóvenes haitianos con lo que sueñan más es con ir a los Estados Unidos.

Por otro lado, en los últimos dos meses hemos tenido un par de visitas. Gente a la que yo no conocía de nada. Pero con ambos sucedió lo mismo. Al poco rato de verme me dijeron, “tú cara me suena, ¿de qué nos conocemos?”; para terminar llegando a la conclusión de que no nos habíamos visto nunca.

Yo ya hace tiempo que creo que lo que sucede es que tengo una cara muy vulgar. Pero también debe ser una cara que no acaba de responder a las expectativas de los demás.

Cuando vivía en Bolivia, me molestaba mucho que me tomaran por “gringo”. Y, al principio, dedicaba mucho tiempo a explicar que no era gringo, sino español. Hasta que me di cuenta de que, en ciertos ambientes de Sudamérica el recuerdo de la colonia no es especialmente grato, y decidí dejar de intentar sacarles del error… Al respecto, nunca olvidaré la respuesta que tenía en estas ocasiones un arquitecto danés que conocí allí. Cuando le llamaban gringo, contestaba “que no soy gringo, que soy vikingo”…

El año que viví en Inglaterra, no pasaba una semana sin que alguien me dijera “pues no tienes cara de español”. Lo cual me hacía reflexionar sobre qué cara esperan los británicos que tenga un español. Un pueblo tan mezclado y tan heterogéneo como el nuestro no me parece que responda a un esquema racial muy definido. Y, sin embargo, algo tiene que haber, porque si te vendan los ojos y te sueltan en una calle de Newcastle, en cuanto miras a la gente puedes darte cuenta de que no estás en una calle de Valladolid.

Aquí en Jacmel, está claro que enseguida se nota “que no soy de aquí”. Todavía no he llegado a sentirme “el blanco perfecto”, como pensaba que ocurriría. Mis vecinos son bastante discretos, y enseguida me di cuenta que no llamo tanto la atención. De hecho a veces tengo más bien la sensación de resultar casi transparente…

Pero el caso es que, una vez más, me he puesto a pensar en por qué mi cara no acaba de responder a las expectativas de los que me rodean.


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