lunes, 21 de febrero de 2011

La bici rosa


Ayer mientras esperaba a una amiga para ir a la playa, pasó por delante de mi hotel un señor en bicicleta. Eso no es tan raro, a pesar de que en Jacmel el medio de transporte por excelencia es la moto. Lo que me llamaba la atención es que el hombre, de treinta o cuarenta años, iba pedaleando tan tranquilo en una bicicleta rosa. Una bici, además, algo pequeña para él; más adecuado para niños o niñas de unos diez años.

Desde luego, la necesidad obliga, y supongo que él pensaría que mejor que ir andando… Pero no pude por menos que acordarme de mi hijo. Aficionado al ciclismo desde hace unos años, está en un club y entrena bastante duro durante toda la semana. Pero, ¡ay!, desde luego no cualquier bicicleta. El año pasado, antes de venirme aquí, tuvimos largas y densas charlas sobre la “imprescibilidad” de cambiar de bici y de adquirir una de “alta tecnología”…

Desde luego, las circunstancias son distintas y difícilmente comparables. En el fondo, lo que más me sorprende es que soy yo, una misma persona, la que es testigo de modos tan diferentes de entender la vida. Y es que a menudo realmente me planteo si existe una sola realidad o muchas realidades paralelas. Recuerdo un anuncio de hace muchos años que decía “hay otros mundos, pero están en éste”. Siempre me ha encantado tan paradójica frase. Creo que es más cierta de lo que parece, y que, de vez en cuando, algunos “elegidos”, “privilegiados” o simplemente tipos raros, podemos viajar entre mundo y mundo. No sé si para algo trascendente como “dar testimonio” o para algo más sencillo como, simplemente, contar cosas.

A mí, de siempre, me ha gustado contar cosas, y que me las cuenten.

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