miércoles, 9 de febrero de 2011

Sonidos del hotel

Aunque de pequeños nos enseñen que tenemos cinco sentidos, creo que la Humanidad actual se guía casi exclusivamente por uno: la vista. Por los ojos nos entra todo; por los ojos nos venden todo. Vivimos rodeados de imágenes. Soñamos con imágenes.

Sin embargo, a veces nuestra mente no recuerda que tenemos otros sentidos. Hoy la mía me ha hecho pensar en los sonidos que me rodean. La verdad es que vivo en un lugar bastante tranquilo; alejado del bullicio del centro de la ciudad. Pero también me he dado cuenta de que es un lugar bastante curioso; al menos, a tenor de la peculiar sinfonía de sonidos que podría considerar habituales.

Como el camión que pasa todos los días a las seis y cuarto de la mañana, tocando su estridente bocina. ¿Quién necesita un despertador?

El joven borrico que vive en la parcela a la que da la ventana de mi habitación, y que todavía no ha aprendido a entonar bien su “dulce” voz.

La tele siempre alta del vecino de dos puertas más allá, tan aficionado a las telenovelas francesas, que también las hay.

La llamada a la oración de un cliente musulmán cada tarde, recordándonos que, en este mundo globalizado, cualquier lugar está cerca de La Meca.

Los chasquidos provenientes de la habitación del chino, al lado de la mía, que me tuvieron varios días intrigado. Hasta que descubrí que el hombre usaba un curioso chisme, parecido a una raqueta de tenis eléctrica para cazar mosquitos.

La música típica haitiana, pero un tanto machacona para mi gusto, de las fiestas que organiza la dueña de hotel para sus amistades. Porque la señora, con sus setenta años recién cumplidos “adore dancer”.

Y, mucho más relajante, el concierto de música clásica que escucha todos los domingos mi vecino canadiense.

Todo esto forma parte del particular pequeño universo sonoro que me rodea.


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