lunes, 31 de enero de 2011

La autopista


¿Cada uno elegimos nuestro destino o es más bien el destino el que nos elige a nosotros?

Hoy he tenido una interesante conversación sobre esto. Muchas veces creo que tenemos tendencia a echar la culpa de lo que nos pasa a las circunstancias de nuestro entorno, e incluso a herencias o lastres culturales. El último libro de Eduardo Punset “El poder de la mente”, afirma que en estos casos estamos usando “el cerebro de los muertos”: todo lo que otros han pensado antes por nosotros, que nos ha sido transmitido, y que aceptamos como tal.

Estaríamos siendo arrastrados por una corriente cultural de la que es muy difícil escapar. Todos sabemos lo penoso que puede ser intentar “nadar siempre contra corriente”, física y socialmente. Autores como el mismo Punset proponen que nuestra tarea más importante en la vida sería la de “desaprender” todo aquello que hemos heredado pero ya no nos es útil para evolucionar. Claro que, al menos en mi opinión, eso no ha de suponer “liberarnos” de todos aquellos conceptos e ideas que otros han tenido antes que nosotros.

Para mí sería comparable a conducir por una autopista. Sin duda es mucho más cómodo y nos permite avanzar más deprisa. Pero no podemos entrar en ella y dejarnos llevar sin más. Por muy recta que sea, debemos estar siempre alertas, manejando muestro volante, corrigiendo constantemente nuestra trayectoria. Aunque, sin duda, con mucho menos esfuerzo, físico y mental, que el que necesitaríamos para circular por un camino que muy pocos han recorrido antes. Desde luego, una autopista no nos permite llegar a cualquier lugar, sino solamente a unos pocos sitios que, previamente, alguien ha seleccionado por nosotros. Pero nada nos impide, si estamos atentos a nuestra ruta y a todas las indicaciones que vamos encontrando, salir de la autopista por alguna de sus salidas y, desde allí, encontrar el camino hasta el destino que deseamos alcanzar.

Como decía una compañera mía, seguramente “no hay que inventar la pólvora cada vez”. Podemos y debemos aprovechar lo que otros han hecho, pensado y descubierto antes que nosotros. Pero siempre que eso no nos haga olvidar la imperiosa necesidad de mantenernos siempre atentos y alertas para dirigir, en todo momento, el rumbo de nuestra vida hacia el objetivo que deseemos lograr en cada momento. Como individuos, como pueblos y como Humanidad en su conjunto.

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