domingo, 23 de enero de 2011

Mensajes en una botella

Muchas veces me pregunto qué sentido tiene realmente escribir un blog. Hay quien dice que no es sino un ejercicio de exhibicionismo, una cierta presunción de que lo que uno escribe le va a interesar a alguien.
Por suerte y para mi sorpresa, son bastantes las personas que afirman que leen mis artículos. Lo que me alegra mucho, pero también, de alguna manera, supone para mí una cierta responsabilidad.
Si tuviera que compararlo con algo, estos escritos serían para mí como mensajes dentro de una botella y arrojados al mar. Nunca sabré quién los lee, pero espero con ellos que otras personas sepan dónde estoy, qué hago y cómo me siento.
Y si nadie los leyera, tampoco pasaría nada, pues para mí lo importante es cerrar la botella y arrojarla al mar. En este caso es un mar virtual, los océanos de internet, por los que navegan millones de personas todos los días.
La mayor parte son y serán desconocidos; pero también sé que navegan muchas personas muy queridas por mí. Del mismo modo, por estas procelosas aguas pueden encontrarse malvados piratas y bucaneros, que atacan nuestras islas personales con andanadas de spams no deseados. Pero bueno, son las reglas del mar en este caso: libertad a cambio de mensajes y comentarios no deseados…
En el fondo, quizá todos vivimos en una isla, nuestra isla. Y todos pasemos la mayor parte de nuestra vida escribiendo mensajes para echarlos al mar metidos en una botella, soñando que alguien maravilloso los lea y sepa encontrar el camino a nuestra isla, o nos indique la ruta para viajar hasta la suya.
Anoche vi una película, “Tuvalu”, que seguramente habla de eso, de mapas escondidos, de islas soñadas y de la búsqueda de compañeros de viaje para alcanzarlas. Un curiosa historia que combina la estética del cine mudo clásico con hallazgos estéticos muy interesantes. En ella casi no se habla, pero, sin embargo, sus personajes son capaces de comunicarnos muy bien sus emociones y, sobre todo, sus sueños.

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