sábado, 22 de enero de 2011

Supermercados

Ayer fui de compras. Necesitaba reponer algunas cosas para mi austera despensa en Jacmel. Tuve que enfrentarme de nuevo al concepto local de “supermercado”. Mi educación burguesa occidental todavía me presenta dificultades ante la situación de encontrarme con que el comercio más grande de la ciudad tiene más o menos el tamaño del salón de mi casa. Y no es que tenga una casa tan grande…

Aquí la situación no es tanto qué elegir como qué cosas podría cocinar con lo que puedo encontrar en las estanterías. Porque al hecho del escaso número de artículos distintos disponibles se une el que todavía no haya sido yo capaz de comprender el criterio del encargado de las compras del “supermercado”. ¿Quién compra comida para perros en Jacmel? ¿Es realmente necesario tener seis variedades disponibles? ¿Se han dado cuenta realmente de que es comida para perros?

De todos modos, debo estar comenzando a acostumbrarme, porque los últimos días que pasé en España me sentía, de algún modo, bloqueado. Era incapaz de responder a la inmensa cantidad de estímulos para el consumo que nos asaltan continuamente. Ante tantas ofertas, ocasiones, rebajas, oportunidades o novedades, me veía incapaz de dar un paso, tomar algo y dirigirme a la caja. Me sentía saturado.

Siento que algo extraño me ocurre. Aquí no hay mucho donde elegir a la hora de ir a comer o cenar. Sin embargo, la semana pasada, solo en Madrid, con cientos de restaurantes para satisfacer mis apetitos, terminaba yendo siempre al mismo sitio.

Creo que me estoy volviendo tremendamente insolidario e irresponsable, pues nuestros gobernantes no paran de decirnos que solo incrementando el consumo saldremos de la crisis… Una crisis que, por otro lado, parece haber sido causada por la irresponsabilidad de los bancos que promovieron nuestro endeudamiento para poder así consumir más…

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