sábado, 8 de enero de 2011

También la lluvia

Fui a ver esta película después de haber leído una crítica que la calificaba de “perfecta”. Posiblemente no lo sea del todo; pero, sin duda, no es fácil que deje indiferente al espectador.

No puede esperarse menos de Iciar Bollaín; alguien que de niña debutó como actriz en una obra de arte mítica como es “El sur” de Víctor Erice.

Me gustan las películas que cuentan historias, y aquí se cuentan varias. Historias pasadas y presentes. Historias reales y ficticias. Historias con mayúscula y con minúscula. Historias de codicia e historias de buenas intenciones.

Colonización, revolución, evangelización, deslocalización, globalización, cooperación. Muchos temas, muchas etiquetas, para una película difícil de clasificar, difícil de resumir. En algún momento me vino a la mente la frase “si no eres parte de la solución, eres parte del problema”. Pero sé, por experiencia, que, en ocasiones, algunas soluciones, incluso con la mejor intención, pueden crear más problemas.

El argumento presenta como protagonistas a un equipo de cine, pero he visto reflejadas en la pantalla muchas imágenes del trabajo en cooperación: la situación privilegiada de los expatriados respecto a los “beneficiarios”, el trato privilegiado de las autoridades hacia los “financiadores”, el “buenrrollismo” con los indígenas, los cooperantes “bon vivants” que piden evacuación inmediata cuando la cosa se empieza a “poner fea”… No creo que ese paralelismo sea inocente, casualidad, ni deformación profesional por mi parte. Tampoco es casual que esta película se haya rodado en mi querida Bolivia en este momento, sin duda con todas las facilidades por parte del actual gobierno de Evo Morales.

Bolivia fue, hasta hace muy poco, un país dependiente de las ONGs y la ayuda internacional. Todavía en 2005, al llegar el mes de octubre, el gobierno boliviano mendigaba de puerta en puerta de organismos internacionales para conseguir el dinero necesario para pagar los sueldos de sus funcionarios hasta final de año.

Actualmente, el título de “república de ONGs” lo ostenta Haití. También allí los planes de reconstrucción contemplan, entre otras cosas, intervenciones masivas de la “iniciativa privada” sin contar para nada con la opinión de la población.

No todo puede arreglarse con dinero, ni siquiera tal vez con una revolución, pero como dice uno de los protagonistas de la película“¿por qué siempre cuesta tanto?...”.


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