martes, 18 de agosto de 2009

Meditaciones playeras


Hoy he accedido a acompañar a mi familia a pasar un día de playa.
He ido a pesar de que no acabo de sentirme a gusto en ese tipo de ecosistema.
Soy de los que encuentran incómoda la arena: quema, se mete por todos los resquicios corporales y ni siquiera es blandita para echar la siesta.
El sol, esa maravilla que atrae a millones de turistas cada año a la costa mediterránea, me cansa a los diez minutos. Pertenezco a esa raza de humanos que nunca se ponen morenos: solo podemos estar blancos o rojos.
A ese respecto, esta mañana, paseando por la orilla, meditaba sobre el concepto tan amplio que tenemos sobre la raza blanca. Me iba cruzando con distint@s individu@s, cuyas pieles abarcaban un espectro de colores desde el de los folios no reciclados hasta el del chocolate Valor, pasando por diversas tonalidades de rojo. Y, sin embargo, cualquier observador los habría englobado a tod@s en la raza blanca. Teniendo en cuenta que muy pocos negros lo son de verdad y que todavía no he encontrado a un chino amarillo, creo que deberíamos pensar seriamente en una clasificación de las razas humanas diferente a la que aprendimos la mayoría de los que cursamos la EGB preconstitucional.
Por cierto, me pregunto por qué los negros son los únicos que recorren la playa completamente vestidos, cuando son los que menos riesgo corren de quemarse. Supongo que es porque están trabajando y quieren mantener un mínimo de dignidad.
Dignidad que no suele preocupar a los orgullosos poseedores de las "tripas cerveceras". Sobre esta categoría de individuos me asalta una duda: ¿cómo se consigue algo así? Supongo que es fruto de muchos años de esfuerzo, incluyendo muchas horas de barra de bar. Pero, entonces, ¿por qué nunca nos encontramos con tipos con "tripa medio cervecera"? Nunca se ven estadíos intermedios de la especie. ¿Dónde se esconden hasta que sufren la metamorfosis?
Lo que nunca parece cambiar son los entretenimientos en la playa. ¿Qué gen ancestral nos impulsa ineludiblemente a cavar en la arena, tengamos o no las herramientas adecuadas? ¿Por qué no ha cambiado el modelo de pala de plástico en los últimos cuarenta años cuando dista mucho de ser perfecta y termina rompiéndose siempre por el mismo sitio? ¿Por qué, a pesar de haber finalizado la Reconquista, los españoles seguimos empecinados en hacer castillos? ¿Y cómo es que nos seguimos extrañando y enfadando cuando sube la marea y las olas se llevan nuestro feudo recién terminado?
Y eso que seguimos estando convencidos de que el mar se lo traga todo. A pesar de que incluso los más grandes oceános comienzan a dar muestras de indigestión.
Pese a que el doblaje al castellano es penoso, dejo este documento para finalizar con una meditación algo más seria.





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