martes, 25 de agosto de 2009

Stonehenge

Hay lugares que hemos visto tantas veces en fotografías, que cuando nos los encontramos en realidad nos decepcionan; no acaban de responder a nuestras expectativas.
Creo que serán muy pocos los que no hayan visto alguna vez una foto de Stonehenge. Sobre todo teniendo en cuenta que Windows la ofrecía como uno de los fondos de escritorio por defecto para los ordenadores.
Yo ya había visitado el lugar hacía varios años; pero ahora quería enseñárselo a mi familia. De hecho era la única visita del viaje que había suscitado unanimidad. Todo un acontecimiento.
El lugar está un poco apartado de las rutas principales, y, pese a estar en medio de una pradera, solo se vislumbra cuando ya estás ahí.
Al principio, sentí un amago de decepción a mi alrededor. Incluso alguien llegó a decir: "Lo imaginaba más grande".
Las circunstancias quizá tampoco eran las más apropiadas para sumergirse en un misterio: no estábamos solos, sino "acompañados" por varias decenas más de visitantes; a nuestros oídos llegaba el ruido del intenso tráfico de una carretera cercana... Pero nadie puede librarse del influjo mágico de Stonehenge.
La visita tiene lugar realizando una especie de ritual, un lento desfile, casi silencioso, alrededor del círculo. Nadie corre, nadie alza la voz; ni siquiera los niños. No está prohibido. No es necesario. Stonehenge impresiona; su misterio va penetrando lentamente en el interior de todos los que acuden allí. Aunque no comprendamos su significado, incluso si no se conoce bien su historia ni la de quienes lo comenzaron a erigir hace unos cinco mil años.
Nadie queda indiferente.

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