sábado, 8 de agosto de 2009

Cárceles

A veces, ya se sabe, las apariencias engañan.

Un pueblo, pequeño, tranquilo y coqueto puede albergar en sus entrañas restos de un pasado bastante menos luminoso.

En la provincia de Teruel, existe, reconocido como un atractivo turístico y cultural, la "Ruta de las Cárceles".

Además de su componente indudable de morbosidad, la propuesta tiene sentido desde el punto de vista de tratar de analizar la evolución de la sociedad, el concepto de delito y la aceptación progresiva de los derechos humanos.

La persona que dirige la visita a una de estas cárceles, hace mucho hincapié en que quienes la ocuparon y aquellos que los enviaron allí, eran seres humanos como nosotros, solo que habitantes de otra época, con una realidad social distinta. Los presos sufrían y padecían como nosotros. Sus jueces y verdugos no eran más crueles que los de nuestros días, sino que aplicaban las leyes adoptadas y aceptadas en esa época.

La Humanidad evoluciona; y, en muchos aspectos, evoluciona a mejor. Progresivamente, nos hemos ido dando, como sociedad, más y mejores derechos, humanos y sociales. Queda mucho por hacer, y todos los países no recorren ese camino al mismo ritmo. Pero, desde una visión global, pese a todo, indudablemente se va avanzando.

Sin embargo, la evolución no es constante. Existen épocas de crisis. Visitando una de esas celdas, donde un tétrico maniquí recuerda al visitante cómo eran, y para qué se usaban, cepos y grilletes, me vinieron a la cabeza las miserables fotos de la cárcel de Abu Graib en Bagdad. Cuando uno piensa en lo que era estar allí a oscuras y olvidado del mundo, se te aparecen imágenes de Guantánamo y sus "sistemas de privación sensorial".

Sin ir tan lejos, esas cárceles, creadas en el siglo XVI y abandonadas en gran parte durante el XIX, fueron "recuperadas" por ambos bandos de nuestra Guerra Civil Española.

La Humanidad ha sufrido y superado grandes crisis. Siempre, al salir de ellas, afirmamos: "Nunca más". Pero somos, como afirma la sabiduría popular, el único animal que tropieza repetidas veces con la misma piedra.

Estos días es el aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Nadie, o muy pocos, en este planeta quieren que algo así se repita. Las relaciones internacionales parecen ir haciéndolo cada vez menos posible. Pero la Historia es tozuda. Cuando nadie pensaba que Europa tuviera que albergar en sus entrañas campos de concentración y limpiezas étnicas, la descomposición de Yugoslavia nos trajo a nuestros hogares nuevas imágenes del horror. Y, esta vez, víctimas y verdugos eran rubios y de ojos azules, no hutus o tutsis...

La marea de la Historia nos llevará, sin duda, poco a poco, a un mundo más justo. Pero es necesario un compromiso de todos los hombres y mujeres por trabajar, en nuestro día a día, hacia la consecución de ese objetivo.

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