viernes, 21 de agosto de 2009

Estrellas

La primera vez que fui de acampada al monte, con catorce años, al llegar la noche, me asusté. No por el silencio, la soledad o las fieras salvajes que podían estar acechando. Me asuste al descubrir la inmensidad de las estrellas.
Hasta entonces, como típico chico urbano que era, solo conocía los puntitos aislados que alguuuuuna vez podían verse de noche entre los tejados de las casas. Sabía, por los libros, que había millones de estrellas; pero era un dato más, que no asumí hasta esa primera noche.
Anoche era luna nueva y salí, bien acompañado, a ver estrellas. Lo primero que comprobé es cómo, incluso en localidades no muy grandes como aquella en la que vivimos, la iluminación nocturna es defectuosa. Mal diseñada, la mayor parte de la luz se pierde hacia el cielo en lugar de alumbrar las calles. Esto, además de ser un despilfarro, origina la denominada "contaminación lumínica", que dificulta la obervación del cielo nocturno. Tal vez, en el fondo, a mucha gente le siga asustando la bóveda celeste y prefiere no verla.
Hace pocas semanas se conmemoraron los cuarenta años de la llegada dell hombre a la luna. Más allá de la polémica sobre si eso fue o no un montaje, lo que se volvió a poner encima de la mesa fue la pertinencia de la exploración espacial.
Hasta no hace mucho, a los humanos nos bastaba con mirar al cielo e imaginar el significado oculto de esa inmensidad. Primero dimos nombre a las estrellas, las imaginamos unidad en constelaciones e inventamos historias de míticas persecuciones y cacerías de héroes en el cielo.
Más tarde, algunos se pudieron a pensar sobre el funcionamiento del sistema, sobre la regularidad del movimiento de los cuerpos celestes y su posible influencia sobre nuestras vidas.
Se fueron creando artefactos para ver más y más allá y descubrimos, con estupor, que el universo es muchísimo más grande de lo que habíamos podido imaginar.
Desde hace unas pocas décadas, el ser humano ya no parece conformarse con imaginar, con ver o con conocer. Queremos ir, y, a ser posible, retransmitir. La llegada del hombre a la luna no hubiera sido un hito histórico si no se hubiera emitido en directo por televisión. Desconcemos qué datos científicos de utilidad recogieron los vehículos no tripulados que aterrizaron en Marte, pero recordamos que, lo primero que hicieron fue enviar fotos para los telediarios.
No me imagino emitidas por televisión las imágenes del fin del hambre en el mundo o de la erradicación de la malaria o la enfermedad de Chagas. Tal vez por eso no se dedican demasiados recursos a conseguir estos otros hitos de la Humanidad.

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