Recuerdo bastante bien cuándo fue tomada. Durante mi etapa como cooperante en Bolivia tuve ocasión de realizar bastantes viajes por el país, de la mano de instituciones que solicitaban nuestro apoyo para obtener financiación de proyectos de desarrollo rural.
Siempre consideré esas visitas como un privilegio, pues me permitieron conocer, de forma directa, muchos aspectos de la compleja realidad de ese país.
Pero, muy a menudo, me sentía también incómodo. Principalmente porque yo era recibido en todos los lugares como "el tío de la plata", el que iba a traer a ese pueblo el dinero que necesitaban para solucionar todos sus problemas.
Así viví muchos momentos que me recordaban verdaderamente a "Bienvenido Mr. Marshall".
Cuando más vergüenza, propia y ajena, pasé, fue cuando acompañé a unos representantes de la embajada de España a un pueblo perdido del altiplano, donde fuimos recibidos por la comunidad en pleno, al frente de sus autoridades en traje de gala.
Con lo que todos ellos hubieran comido una semana, nos agasajaron a la media docena de "financiadores" que les visitaban. Lo malo fue cuando, en mitad de los discursos de rigor, se recibió una llamada del embajador requiriendo la presencia inmediata de sus representantes en la capital. A los pocos minutos, los funcionarios, presurosos, emprendieron el camino de retorno, dejando, tras de sus potentes vehículos 4x4, una nube de polvo.
Yo me quedé ahí, con algún otro compañero, terminando de recibir el homenaje de las sorprendidad autoridades, que tal vez vieron reflejada, en esa nube de polvo que se iba difuminando rápidamente, una metáfora de sus ilusiones.
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