Hace unos diez años trabajaba como delegado comercial de una empresa para toda la zona norte de España. Me pasaba gran parte de los días cruzando el país de este a oeste, por carreteras y autovías. Mientras conducía tenía mucho tiempo para pensar.
Un día me dí cuenta de que, a menudo, me cruzaba con grandes camiones que transportaban agua mineral. Me fui fijando y me sorprendió mucho darme cuenta de cómo se trasladaban toneladas y toneladas de agua mineral de famosos manantiales de Galicia a ciudades de Cataluña, y viceversa. Como en tiempos hice un máster en marketing pude comprender que lo que se estaba trasladando no era tanto veinticinco mil litros de agua y cinco mil kilos de envases de plástico, sino que, más bien, se transportaba una marca, una imagen de producto. Pero el comprender el por qué no hacía que me pareciera menos absurdo.
No siempre es fácil ver lo que tenemos delante de nuestros ojos. Uno de los orgullos de España es el haberse convertido en el principal abastecedor de frutas y verduras para el resto de Europa. Según datos de la FEPEX (Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas Vivas), en 2008 se exportaron 9.175.000 toneladas. Los principales destinos fueron Alemania, Francia, Reino Unido y Holanda.
Estos alimentos contienen entre un 80 y un 95% de agua. Se da así la curiosa circunstancia, a mi modo de ver, de que uno de los países más secos de la Unión Europea está exportando anualmente unos 9 millones de toneladas de agua a países que la tienen por castigo. El hecho se torna aún más curioso cuando nos fijamos en que, dentro de España, las zonas más productoras y exportadoras de frutas y verduras son las del sur y el levante, lo que en el colegio llamaban, "la España Seca". Allí, los empresarios agrícolas se esfuerzan muchas veces en sacar el agua de donde no la hay, con costosas instalaciones, como canales y pozos cada vez más profundos. Pero siempre necesitarán más, para mantener el negocio, y reclaman sin cesar inversiones obras públicas, como grandes trasvases entre cuencas hidrológicas, siempre polémicos y, a menudo, poco meditados.
Por supuesto, este negocio funciona porque las "exportaciones de agua" del sur al norte son bien pagadas, nos dicen. Pero, en la perspectiva de una cuenca mediterránea en constante proceso de desertización, ¿estos déficit hídricos comenzarán a tener relevancia?; ¿podrán renovarse los acuíferos con los euros obtenidos por las exportaciones?.
Claro que, si tenemos en cuenta que la mayor parte de la mano de obra que trabaja en el sector es inmigrante, quizá los acuíferos se vayan rellenando de nuevo, poco a poco, con ese sudor importado.
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