"Y Dios dijo: ganarás el pan con el sudor de tu frente". (Génesis, 3:19)
Pero yo me pregunto: Vale, bien. De acuerdo en lo de tener que sudar mientras trabajamos. ¿Pero es necesario que estemos todas la vacaciones también sudando?
Yo es que nunca he tenido claro lo de sudar por gusto. Será por eso que nunca me he apuntado a un gimnasio... ¿Lo necesitaría? Dejo a mis admiradores/as que opinen al respecto.
Pero sobre todo, nunca he comprendido a los millones y millones de turistas, sobre todo del norte de Europa, que vienen a España a pasar sus vacaciones; es decir, a sudar. Por gusto. Pagando. No mucho, pero pagando. Con el clima tan estupendo que tienen ellos en verano... Yo pasé hace unos años un verano en Inglaterra y oiga, tan ricamente.
De acuerdo, alguno me dirá que ellos están hartos todo el año de nublados y de frío, y vienen aquí buscando el sol... Pero es que huyen todos en tropel justo cuando en su pueblo se arregla el tiempo...
No los entiendo. Son raritos. Si no, cómo calificar a una amiga alemana que me contaba que se vino a vivir a España porque aquí "se veía la tierra". En su pueblo, con tanta hierba, tan prado y tanto árbol, no tenían un contacto directo con la tierra como aquí. Claro, qué mejor que nuestros secarrales para tomar conciencia de que "polvo somos y polvo seremos".
Claro que nosotros también somos especialitos. Decidimos celebrar la mayor parte de las fiestas patronales de los pueblos en pleno verano... Qué bonitas esas procesiones a las doce del mediodía... Esas vaquillas a las cuatro de la tarde, levantando polvo... Tradiciones ancestrales.
Aunque ya nada es lo que era. Ahora, con el aire acondicionado, nos podemos incluso echar la siesta tapados con una sabanita... Pero, ¿nos hemos planteado alguna vez si nuestros miles y miles de acondicionadores de aire, expulsando calor por la terraza todo el verano no son el principal causante de que no podamos salir a la calle?
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