El ferrocarril ha dado lugar a mucha literatura y a mucho cine. Incluso ha servido para crear algunos estereotipos regionales.
Sus inicios fueron de la mano de la revolución industrial y supusieron el principio de una nueva época. Los pueblos y las naciones, dejaron de estar aislados, para lo bueno y para lo malo. Los horizontes se ensancharon y el nundo se hizo, paradójicamente, más pequeño.
Las humeantes locomotoras cruzaron países trayendo nuevos aires, nuevas ideas; pero también se llevaron a muchos jóvenes, ilusionados o resignados a otras tierras, buscando el pan.
Ahora, algunos apóstoles de la modernidad nos quieren convencer de que el tren es un medio de transporte obsoleto, a no ser que lleve un apellido "de alta velocidad".
Así, miles de grandes obras de ingeniería, túneles, viaductos, estaciones y apeaderos, son abandonados; han quedado atrás en nuestra ¿loca? carrera hacia el progreso y el futuro.
Aunque en España, y en otros países, grupos de ¿románticos? comenzaron a soñar, y a hacer realidad, nuevos unos para esas vías, que están pasando a convertirse en "Vías Verdes", en las que, curiosamente, la ingeniería civil de siglos pasados nos ayuda en reencontrarnos con la Naturaleza.
Son caminos suaves, sin demasiada pendiente, como exigían las viejas locomotoras. De manera que resultan aptos para recorrer en familia, sin prisas, saboreando el paisaje.
Seguro que todos podemos descubrir una "Vía Verde" cerca de nuestra casa.
¿Por qué no probar este verano a seguir nuevos caminos?
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